Ministros y ministras, además de Patxi López, han dicho reiteradamente estos días que iban a sudar la camiseta. Ya se sabe que cuando La Moncloa, ... a primera hora de la mañana, señala la consigna para la jornada, ésta se repite en todas las comparecencias gubernamentales o ante las preguntas de la prensa canallesca. El lema es sagrado y no se cambia ni una coma. En el caso de «Vamos a sudar la camiseta», muy repetido estos días, podría ocurrir que la prenda, con tanto ejercicio, traspasara un olor desagradable al resto de la ropa y a la piel de sus usuarios. Alguien ha dicho que con el sudor se agotan las ideas y eso es mosqueante. De hecho, la impresión que nos transmite es que la democracia con la que soñábamos en el lejano octubre del 75 está perdiendo su limpieza y su prestancia. Los principios que nos ilusionaron entonces pesan tan poco que podrían sostenerse en el rayo de luz de una linterna. Quizás este estado de ánimo que ahora me atrapa se deba a que la repentina llegada del frío me ha robado el optimismo o bien porque la cruda realidad así lo dicta.
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Sin embargo, la condena al Fiscal General por el Tribunal Supremo, que ha pulverizado la defensa numantina mostrada por el presidente del Gobierno, sí ha contribuido a mejorar mi estado de ánimo. Porque se da el caso de que cuando el desánimo me atrapa, viene abrazado a aquel poema de Antonio Machado, que tituló 'Tradición' en el que dice: «¡Ay del que sueña comenzar la Historia / y amigo de inauditas novedades, / desoye la lección de las edades / y renuncia al poder de la memoria!». Como en otras ocasiones Sánchez ha dado muestras de no conocer a Machado. Es probable que nadie le haya hablado del poema. Y si por casualidad alguno de sus asesores le ha informado de ello, siempre preferirá sudar la camiseta a leer poesía. Más aún en estos días que se le ha derrumbado la performance que estaba montando para recordarnos que hace cincuenta años se murió Franco.
La condena del Fiscal General del Estado ha contribuido a hacer del 20-N una fecha con mal fario. Ya lo era para los anarquistas que en este día de 1936 perdieron a Buenaventura Urruti en el frente de Madrid, durante la guerra civil. También lo era para los falangistas, ya que en la misma fecha fue fusilado su jefe José Antonio Primo de Rivera en Alicante. Luego vino lo de la muerte de Franco, que alegró a bastantes menos de los que poco después presumieron de haber sido demócratas toda su vida. Pero esto es otra historia. Ahora estamos en lo de Álvaro García Ortiz, condenado por pasarse de frenada en sus funciones. Visto lo visto, creo que habría que ir pensando en suprimir el día 20 de noviembre en los calendarios y añadir una jornada más a esa chorrada del 'Black Friday', que este año cae en el próximo viernes 28, para alegría de comerciantes y consumidores.
En fin, que lo de sembrar vientos suele acabar en tempestades, o danas. Pero a mi edad, ya no me asusta casi nada, sólo aumenta mi escepticismo que me atrapa cuando veo que, si fracasan los proyectos y programas, se recurre a la descalificación del contrario, y que, cuando se judicializa la vida política, algo empieza a oler a podrido. En esa etapa estamos, y comprobamos que a muchos políticos se les ha muerto de repente la memoria y sólo les queda dar zarpazos a diestro y siniestro, como los tigres de dientes de sable. Son muy peligrosos, mortales de necesidad si alcanzan algunas zonas vitales del atacado. Por si me acometen con más fiereza lo dejo escrito este día de otoño tardío, antes de que desaparezcan los colores de la despedida que cuelgan de los árboles.
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