En los próximos días y meses, de este recién estrenado año 2023, un nuevo timbre rubricará los documentos importantes de la archidiócesis de Granada. Nuestras ... hermandades y cofradías se familiarizarán con él y se verá impreso, tallado e incluso bordado en los más variados soportes. Será la continuación de la larga lista de escudos episcopales usados por los prelados granadinos desde 1492. Un catálogo que, para sonrojo de muchos, no está debidamente estudiado ni editado, como sí ocurre en decenas de otras diócesis españolas, desde Cartagena a Tuy y desde Córdoba hasta Zaragoza, pasando por Sigüenza, sobre todo para mejorar lo poco, y a veces equivocado, que se dice en internet al respecto.
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La primera vez que, según me consta, apareció públicamente el nuevo escudo en nuestra ciudad fue impreso a todo color en los carteles que, distribuidos por canceles y sacristías, anunciaban la toma de posesión de su oficio como Arzobispo Coadjutor de Monseñor D. José María Gil Tamayo, el día 1 de octubre de 2022. Este nuevo prelado nació en Zalamea de la Serena, Badajoz, el 5 de junio de 1957. Se ordenó sacerdote en 1980, es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y ha desempeñado numerosas funciones en la diócesis de Badajoz, en la Conferencia Episcopal Española y en otros entes eclesiales. En 2018 fue consagrado obispo con posesión en la diócesis de Ávila y en julio de 2022 fue nombrado Arzobispo Coadjutor de Granada, con una mayor responsabilidad a partir del pasado día 20 de diciembre en que Monseñor Martínez presentó su renuncia por haber cumplido la edad señalada por el Derecho Canónico actual.
El escudo del nuevo arzobispo reúne las armas clásicas de sus dos apellidos, pero no en cuarteles contiguos como manda la heráldica ortodoxa, sino superpuestas en el mismo blasón. En el proscenio se adelantan las armas académicas del apellido Gil, un sobrenombre de origen antroponímico, puede que relacionado con el latín aegidius. Los heraldistas describen dichas armas así: En campo de plata (fondo blanco), una encina de sinople (verde), frutada (con bellotas) de oro y surmontada (encima de su copa) de un lucero (estrella de ocho puntas), también de oro.
Las evidentes coincidencias y casualidades no deben omitirse. La encina (o alcornoque) de Gil sugiere también los encinares y dehesas ibéricas, evocando la procedencia extremeña del prelado. No olvidemos que el escudo oficial de la actual Región de Extremadura lleva en el centro un escusón con este mismo árbol verde, el mismo, sobre fondo blanco. A lo que nosotros añadimos rasgos simbólicos clásicos del árbol ibérico, entre ellos «la virtud de la fortaleza»; como ya rubricó el padre Tirso de Molina en su Cigarral Segundo, tan necesaria para todo pastor.
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Asímismo la estrella o lucero, centrado arriba, acrecienta su significado, en el sentido de ser guía e indicadora del camino a seguir, como ocurre en el Camino de Santiago (Campus Stellae), la ruta de los Reyes Magos, etc.
En un segundo plano asoman las armas de Tamayo, apellido esta vez de origen toponímico en los montes de Burgos. De la media docena de armas que censan los heraldistas para este apellido, el nuevo prelado eligió las que llevan: en campo de plata una banda de gules entre dos cabezas de dragantes. De esta forma los fondos blancos de Gil y de Tamayo coincidían sin contrastar. Con acierto cambió las agresivas cabezas de dragantes o dragones que tragan, en los extremos de la banda, por monogramas católicos.
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De nuevo, le es permitido al avezado cristiano ir más allá e interpretar 'a lo divino' una imagen tan humana. La banda de gules resulta pintiparada, pues el rojo sangre es el color Jesús, verdadero hombre, en la Tierra. Para reforzar esta idea, sobre los dos extremos de esta estola color vino van pintados, en oro, sendos emblemas católicos: en la parte alta (izquierda), el crismón simple, sólo las letras griegas Xi y Ró, tan usado desde los primitivos cristianos hasta hoy, para señalar la necesidad, en toda lid, del lábaro de Cristo. Se acompaña de las letras alfa y omega (Ap 1, 8) en su base. Ambas letras griegas aquí son capitales. No obstante, la omega, que hogaño siempre se ve mayúscula, es considerada por los puristas un error, pues los primeros cristianos siempre la escribían minúscula, indicando que Dios lo es tanto de lo inmenso como de lo minúsculo. Y, en la parte baja (derecha), va el monograma del Ave María, nueva petición de amparo, en la labor pastoral, bajo el manto de María. Los Reyes Católicos convirtieron este manto en las alas del ave protectora y así acuñaron en Granada monedas, llamadas doble excelente, con el lema Sub umbra alarum tuarum protege me (Ps 16, 8). Pero Granada también reconoce con cariño este emblema pues menudea allá donde Andrés Manjón, cuyo centenario celebramos este 2023, fijó sus ojos viendo la necesidad de un centro para la educación cristiana de niños y jóvenes. Es el emblema del Ave María, en la que coinciden esas instituciones docentes granadinas y este detalle mariano en el blasón de su arzobispo.
Dicha banda va cruzada, en aspa como la cruz de San Andrés, con el 'bastón de Santa Teresa'; en su color (madera), por haber sido Ávila el primer destino obispal de este prelado. En aquella ciudad, Teresa es, por antonomasia, 'La Santa'. Un bastón que se parece mucho al que lleva la abulense en la preciosa escultura colocada, no hace mucho, en el patio de la antigua Capitanía General de Granada, hoy sede del MADOC. La Doctora de la Iglesia, en actitud caminante, apoyándose en discreto cayado, es ejemplo del prelado que propone una Iglesia también activa, que sale a los caminos a evangelizar, que sube unida y fuerte hacia la Jerusalén Celestial (2Cr 36,23).
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Granada también atesora bastones de otros tantos fundadores. Los de San Juan de Dios se guardan o exponen en la Casa de los Pisa y en la Basílica. Y las Descalzas de San José, a veces, muestran el que dicen ser el bastón de San Juan de la Cruz, usado cuando era prior de Los Mártires.
Como es común, desde la Edad Media, el escudo episcopal se completa con un lema. Va abajo en una filacteria ondulada, con fondo blanco (plata) y letras capitales negras (sable), en las que se lee: NON MINISTRARI SED MINISTRARE [No he venido a ser servido sino a servir] (Mt 20, 28).
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Todo acolado sobre cruz procesional de oro, con dos travesaños por ser arzobispo, generalmente con los extremos trebolados. Al timbre sombrero episcopal verde con los dos racimos de borlas colgantes a los lados, que en Ávila fueron seis en cada uno y en Granada se multiplicaron hasta diez en cada racimo, que son las insignias propias de la dignidad arzobispal.
Pudiera ser que, en un futuro, nuevos símbolos, como el palio con sus cruces negras, evocación del moscóforo devenido en buen pastor, acrezcan el rico contenido simbólico del blasón del nuevo arzobispo de Granada.
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