Los Olivos Suicidas

TQM

Se enzarzaron en un duelo dialéctico que, por evidentes razones generacionales, no dejaría prisioneros.

Ernesto Medina Rincón

Miércoles, 3 de mayo 2023, 23:51

El profesor de lengua entró en el despacho con un alumno y su apéndice. «Lo he pillado escribiendo mensajes en el móvil». Feo asunto. La ... sanción prevista era la requisa del aparato con la adicional de amputación física y espiritual del condenado. «Además, no estoy seguro, pero creo que se ha cagado en mis muertos». Aunque el alumno quería hablar, sin embargo, opté por escuchar al profesor. «Al ver que había escrito 'TQM', le he comentado que era un acrónimo. Se ha puesto hecho una furia». El alumno, incapaz de contener su rabia, saltó que también le había dicho «imperfecto». «Impertérrito», puntualizó el docente, «porque se ha quedado como si con él no fuera el asunto». «Ve, usted, don Ernesto, lo ve. Me insulta y me quita el teléfono». Se enzarzaron en un duelo dialéctico que, por evidentes razones generacionales, no dejaría prisioneros.

Publicidad

Me distraje con la ilusión de que llovía tras la ventana. Puestos a que hubiera milagros en una sola mañana, mejor dos que uno: el agua y el entendimiento. En vista de que ninguno de ambos prodigios era posible, le comenté al profesor, incapaz de adaptarse a la realidad educativa, que yo me encargaba.

«¿Quién es ella?». El chaval se descuadradó. Esperaba una bronca, no una pregunta personal. Pero se relajó, «usted la conoce. Una de tercero». «¿Lleváis mucho tiempo?». «Un mes. Hasta me he puesto a estudiar». Ah, los milagros del amor. «¿Me va a quitar el móvil?». Obvié la pregunta para explicarle lo que era un acrónimo y qué significaba impertérrito. «Lo pillo. Podía habérmelo dicho don Luis antes, pero, por favor, no me quite el móvil. Por la noche nos llamamos por Whatsapp y dejamos los teléfonos abiertos». Conmovido inquirí que si en mayúscula o minúscula. «¿El qué? Ah el Tqm. En mayúscula, claro. La quiero mucho de verdad». Tenía ojos de cordero degollado, así que dictaminé «vete y no peques más».

Alucinaba porque no iba a quedarme con el móvil, «pero júrame que no se lo comentas a nadie. Me buscas un lío con el director». Se rio y me lo prometió con el añadido de que hasta era capaz de ponerme un corazón rojo bien grande. «Espero que no sea como los que le envías a ella». Más risas. «A eso se le llama contexto». Se marchó tan feliz comentando que hasta lo mismo aprobaba la lengua con lo que le había explicado, «le voy a traer una caja de cerezas de mi pueblo, Torres. Hay pocas, pero usted las cata».

Publicidad

Cerezas rojas igual que su amor y su inocencia. A veces tenemos la suerte de dar con la tecla que colma de satisfacción una mañana en el instituto. La impotencia de comprobar la inadaptación a los tiempos, a los intereses de los alumnos, a su nueva realidad digital requiere largos debates y reflexiones. La enseñanza necesita un cambio sosegado y al tiempo revolucionario que empieza por la capacitación de los profesores.

Conste en acta que el primer carca soy yo. Que una cosa es predicar y otra dar trigo. Yo, que uso el futuro de subjuntivo, paso de acrónimos, abreviaturas, emoticonos y demás ralea. Pura contradicción ideológica.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad