Ideal
Los olivos suicidas

Profecías futbolísticas

He aprendido a extraer conclusiones tanto por lo que publican como por lo que silencian u ocultan en el fondo de la página.

Ernesto Medina Rincón

Jaén

Miércoles, 25 de junio 2025, 22:58

La información procura conocimiento, pero, a pesar de mi empeño cotidiano, no sirve para anticipar el futuro. Con el desayuno preparado comienzo el día ojeando ... casi una decena de periódicos digitales. Variopintos por su definición ideológica. Como cualquier lector habitual de prensa filtro lo narrado según su tendencia. He aprendido a extraer conclusiones tanto por lo que publican como por lo que silencian u ocultan en el fondo de la página. Incluso, a veces, alcanzo a distinguir en los articulistas qué es análisis desapasionado y cuánto hay en sus palabras de deseo. Siempre, finalmente me vence la frustración. El futuro de la política en España es imposible desentrañarlo por los posos volátiles de los medios de información.

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Tiempo ha leí en un artículo que Pedro Sánchez no sobreviviría a la imputación de dos secretarios de organización de su partido. El escándalo sería de tal monta que el presidente de Gobierno se vería obligado a dejar el cargo. Cumplida la premisa, la profecía se ha revelado inexacta. Aducirá el desmentido autor que en lo tocante a nuestro gobernante no le son de aplicación los criterios clásicos de deontología política. O que su narcisismo enturbia cualquier análisis según los postulados tradicionales. Convengo en que quien ha sobrevivido políticamente al ridículo de una carta en la que anunciaba, entre sollozos e incomprensión, cinco días de reflexión para lamerse las heridas es un personaje de dibujos animados y, por tanto, imprevisible. Cual Calimero redivivo –¡es una injustica, nadie me comprende!– necesita otras pautas comparativas que nos permitan atisbar el futuro. Deportivas, por ejemplo.

Cuando un equipo de fútbol acumula derrotas es un tópico que el entrenador comparezca para afirmar «me siento con fuerzas y capacitado para voltear esta situación»; «cuento con el apoyo de los jugadores; la directiva respalda mi trabajo»; «ni se me pasa por la cabeza tirar la toalla». Cualquier aficionado sabe que semejantes afirmaciones son el preludio de una destitución fulminante, máxime si la junta directiva lo refrenda en el cargo. En realidad, el sustituto está preparando las maletas para hacerse cargo del equipo. Agradecimiento de los servicios prestados y finiquito. Por lo general, el cambio de responsable técnico no elimina los problemas endémicos de una plantilla mal confeccionada o la falta de calidad de los jugadores. El descenso a los infiernos casi siempre se consuma. Si prefieren una versión futbolera más chusca, putas incluidas, acuérdense del «no voy a dimitir» de Rubiales entre los aplausos frenéticos de sus comilitones.

Literariamente también he encontrado un referente. Cuentan que un verdugo tenía tal destreza con el hacha que los ajusticiados no sentían el golpe fatal. En cierta ocasión, dada la pulcritud del tajo, consiguió que la cabeza permaneciera adherida al tronco. El reo expuso que seguía vivo. «Sea tan amable de pestañear». Y con aquel insignificante movimiento la cabeza rodó desde el patíbulo. Quizá un nuevo estornudo de corrupción, una deserción o incluso un editorial de la prensa afín basten para finiquitar la huida de Pedro Sánchez. Aunque tiznado por el anhelo he caído en lo que supra criticaba: la confusión entre deseo y realidad.

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