Comparecencia de Carlos Mazón en la comisión de investigación de Les Corts Valencianes sobre la dana. EFE/Manuel Bruque
Los olivos suicidas

Pobres míos nosotros

He asumido la mediocridad, cuando no corrupción, de bastantes políticos.

Ernesto Medina Rincón

Jaén

Miércoles, 12 de noviembre 2025, 23:38

El lamento elige a sus plañideros según la pertinencia de la situación. No resulta extraño cuando unos padres desesperados gritan por los pasillos del hogar « ... ya no puedo más» ante la adolescencia insurrecta de su vástago que parecer quisiere reventar ad aeternum la convivencia familiar. La exclamación sollozante es acompañada con dolor y empatía cuando sale de los labios ajados de un enfermo terminal. Al escucharlo en boca de una mujer que, además del trabajo, se encarga de las labores domésticas junto con la crianza y educación de los hijos se manifiesta clarividente el trecho que aún queda por menguar para la igualdad efectiva entre sexos.

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Sin embargo, nunca pensé que el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, lo utilizase para justificar su cese en el cargo. Un gobernante desaparecido el día de la dana, que ha ensartado impertérrito versiones y mentiras sobre dónde estaba la tarde de autos, alguien que no ha dudado en poner en entredicho la reputación de su acompañante en la comida con tal de buscar una semana más de coartada, a quien tampoco respalda la gestión de la reconstrucción un año después se marcha porque «ya no puedo más». Angelito mío. ¡Qué crueles somos los ciudadanos! Le hemos amargado la existencia hasta que, a su pesar y manteniendo la convicción de que podía prestar un servicio inigualable a la sociedad, ha tirado la toalla segundos antes de que cual boxeador sonado en su esquina paren el combate.

Me indigna que haya creído ni tan siquiera por un instante que era capaz de revertir la carga de la prueba. Que los culpables somos los demás mientras él mismo, inocente e inmaculado, es vilipendiado sin motivo ni razón por una turbamulta.

«Ya no puedo más, siempre se repite esta misma historia». Camilo Sesto dixit. Veinticuatro horas después de la comparecencia de Mazón, el ministro Ángel Víctor Torres confirmó las capacidades augurales del cantante. Que lo habían difamado; que exigía perdón. Su interés por agilizar el pago a unos proveedores -por casualidad relacionados con Ábalos, Koldo y su camarilla- era parte de su labor como servidor público. ¿Cuántos acreedores de las administraciones públicas no suplican que se les aparezca también a ellos, ya fuere en una versión capitidisminuida, semejante hada benefactora? La frase referida a una funcionaria que ponía objeciones «me voy a cagar en todos los santos con la responsable económica. Y o lo soluciona o la levanto para el aire» (sic) no es una amenaza ni denota un interés fraudulento por beneficiar a los amigotes. Pásmense, dilectos lectores, según el filólogo aficionado Ángel Víctor Torres pertenece al acervo lingüístico canario y se emplea de manera coloquial sin ningún ánimo agresivo. En sus propias palabras «esa frase tiene cierto carácter canario». Amén.

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Hace mucho, mucho tiempo que dejé de creer en la honorabilidad de la mayor parte de nuestros desgobernantes. Los hechos, lejos de llevarme a la rectificación, me confirman en el pesimismo. He asumido la mediocridad, cuando no corrupción, de bastantes políticos. Me congratula, no obstante, que todavía consiguen enervarme cuando pretenden tomarnos por gilipollas. Señal de que estoy vivo. Y para que quede constancia: los que no podemos más somos los ciudadanos. Los únicos pobres desvalidos de esta miserable historia.

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