Los olivos suicidas

La negación del adúltero

El juicio y la sentencia serán céleres. Pero incluso condenado perseverará en la negación del adúltero.

Ernesto Medina Rincón

Jaén

Miércoles, 26 de noviembre 2025, 21:48

Cegado por la pasión, agotado por el hastío o simplemente por paladear el placer agridulce de arrostrar el peligro el adúltero se lanza sin red ... a la aventura. En el impulso primario del gozo carnal o en el pensamiento más elaborado con el que satisface el ego se cree invulnerable. A los mil ojos de la calle invisible. Al perfume extraño o al cabello prendido en la camisa. Considera natural la doble vida. No toma precauciones. Por supuesto, no se preocupa de las coartadas. La progresión geométrica de sus devaneos es proporcional a la sensación de impunidad. Ignora las huellas que quedan a su paso hasta que de pronto, en un fugaz instante, se arman todas las piezas del rompecabezas que completa una sentencia fatal. En ese momento no cabe el recurso del manido «no es lo que parece». Sólo resta la negación. Que, en cierta manera, le crea una neurosis por cuanto supone renegar del deleite vivido, que ya se antoja lejano y ajado. No, no, no. El juicio y la sentencia serán céleres. Pero incluso condenado perseverará en la negación del adúltero.

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Si hubiera sido un político, al repertorio de excusas podría haber añadido la pomposa afirmación «la verdad resplandecerá. Confío en la justicia». Con la seguridad de que los tiempos demorados de los jueces quizá permitan el olvido. O, al menos, atenúen el escándalo. Sin embargo, el adúltero sentimental y el adúltero político coinciden en la satisfacción o beneficios que les proporcionó el engaño.

Exemplo dato, un periódico digital ha publicado que Pedro Sánchez y Santos Cerdán viajaron a Bilbao para reunirse con Arnaldo Otegui. En el aeropuerto los esperaba Koldo García que los llevó en coche a un caserío donde pactaron el apoyo de los diputados de Bildu a la moción de censura contra M. Rajoy. El ministro Óscar López desmintió la información, la que calificó de bulo. Aprovechó la oportunidad para impartir un curso acelerado de deontología periodística: «Existe un problema fundamental con la desinformación, con los bulos, con las fake news. Es brutal. Se lleva por delante a la democracia. Es muy importante que los que sí somos demócratas, los que sí queremos la verdad, defendamos la verdad». Igual de contundentes se han mostrado los otros implicados. «Eso es mentira», Pedro Sánchez. Otegui: «Nunca he estado reunido con Sánchez, nunca. Si alguien demuestra que esa reunión se produjo me comprometo ante el pueblo vasco a presentar mi dimisión». Pero el despechado los ha sentenciado. Koldo García: «Es totalmente cierto, era mi trabajo. Ellos sabrán por qué lo desmienten» o «es verdad lo publicado por EL ESPAÑOL, yo no puedo desmentirlo bajo ningún concepto». Ayer mismo lo corroboraba Ábalos: «La entrevista entre Sánchez, Santos Cerdán y Otegi en 2018 existió. Me lo contaron fuentes presenciales». Pedro Sánchez afirmó en el Senado que su relación con Koldo era «absolutamente anecdótica», olvidadizo de tantos viajes juntos. Alguien -quizá todos- miente. No existe la presunción de credibilidad salvo mediando un candor que sólo puede tildarse de demencial o fanático.

Algunas veces el adúltero -civil o político- pide perdón o impertérrito en su negación alcanza un indulto que el agraviado le otorga con los ojos, los oídos y la nariz atrofiados ya sea por la ingenuidad, ya sea por interés acomodaticio. Empero, lo habitual es un divorcio irreconciliable.

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