Desde mi casa al Instituto, en Mancha Real, hay cuarenta kilómetros ida y vuelta. En ese trayecto he contado que las señales indicadoras omiten la ... tilde de Jaén en cuatro ocasiones. Las mismas que para Úbeda. Bailén sale mejor parada, una ausencia. La que trina es La Guardia que ha sido rotulada en un cartel sin mayúscula en 'Guardia'.
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Al amanecer veo a las cuatro damnificadas apoyadas en los troncos de los olivos suicidas. Corto Radio Clásica en el coche. Bajo la ventanilla para prestar atención a su conversación. «¿A quién más hemos de quejarnos? Un poco de respeto por la toponimia y la ortografía». Se quitan la palabra mientras cada cual añade un argumento. «Esto no tiene nada que ver con algunas sandeces que le han infringido al idioma. Es un menosprecio. Un insulto lacerante». Bailén pretende tomárselo con humor. «Prescindieron de la h de Helena para convertir a la bellísima en un detergente. Lucía esbelta con su h y tan redonda que se ha quedado sin ella. Será que se lleva lo 'gordi'». La Guardia añade, «yo me atraganté cuando la Academia hubo admitido que psicología se podía escribir sin p. De la ciencia de la mente por la psique griega al estudio del higo, que en la lengua que hablaba Helena 'sicos' es el fruto que yo me estaba comiendo». Úbeda insiste, «no se pueden escudar en el rollo de las tildes en las mayúsculas. Al menos en este aspecto la Academia y los libros de estilo son contundentes: es obligatorio el signo ortográfico en las mayúsculas. Toda la vida llevo yo con mi rayita oblicua trazada de derecha a izquierda para que ahora vengan estos indocumentados a joder la marrana. ¡Partida de bellacos!».
Jaén, que las escucha entre la parsimonia y la resignación, remata el dicterio. «Incluso en esta selectividad tan benévola que ahora se estila ocho tildes sin poner te cuestan el examen. Considerad también, hermanas, que la agrafía se extiende como estas nubes sin agua o nuestros olivos sin su verde perenne. No es sólo un problema de cultura. Es un tema político. De menosprecio institucional».
Se hace el silencio para que la capital prosiga. «No les importamos. Recogemos las migajas de las administraciones. Seguro que con otros no se atreven. Hubieran pedido mil disculpas y se hubieran apresurado a retirar los carteles. Pasan de nosotras. Para los poderes públicos sí que somos el culo del mundo. La provincia está olvidada. Todos prometen o le echan la culpa al rival político. ¿Cuántas veces hemos oído aquello de que la provincia de Jaén –con tilde, ¡ni pollas!– ha sido la cenicienta, pero que esos tiempos de oprobio, aunque ellos ignoren que significa oprobio, se han terminado? O nos metemos en la lucha o no hay nada que varear».
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Ayer las vi vestidas con chalecos amarillos. Iban guerreras. Habían creado un grupo de Whatsapp con los noventa y siete municipios de Jaén. Estaban convocando manifestaciones, cortes de carreteras y abucheos a los políticos. Habían decidido que la ausencia de una tilde es un motivo revolucionario para sublevarse. Con razón.
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