Vale mucho, es gratis
Las personas valen tanto que no tienen precio sino dignidad, por eso su valor es la gratuidad
Las cosas, por ser materiales, se compran y se venden. Todas tienen un precio, y a mayor precio, mayor utilidad y valor material; sin embargo, ... las personas valen tanto que no tienen precio sino dignidad, por eso, su valor es la gratuidad. En este sentido es de especial relieve la aportación de Kant para quien la persona es un fin en sí misma, frente a las cosas que tienen únicamente valor de medio. En su obra 'Fundamentación de la metafísica de las costumbres' expresa del siguiente modo el carácter absoluto y la dignidad inherente al ser humano:
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«Los seres irracionales tienen un valor meramente relativo, como medios, por eso se llaman cosas; en cambio, los seres racionales se llaman personas porque su naturaleza los distingue como fines en sí mismos».
La cosificación de la persona
Pero junto a las relaciones humanas, cuyo fundamento es la dignidad, existen también las relaciones humanas 'cosificadas', cuya razón de ser es el precio o la utilidad material. La persona deja de ser considerada así 'alguien', para ser tratada como 'algo', propio de las cosas. El olvido de esta dignidad conlleva siempre la deshumanización, y, a veces, hasta la destrucción de la persona y de la sociedad. Los salarios injustos, la mentira, el desprecio, la explotación laboral, o bien las dictaduras de cualquier índole, no son más que el uso y abuso de personas con finalidad económica, ideológica, partidista o social. En estas circunstancias se rechaza u olvida lo fundamental de estas relaciones: la dignidad de los seres humanos.
Poderoso caballero es don dinero
Resulta difícil en nuestra sociedad, en la que el dinero ha llegado a ser un súper-valor, por poder comprarse casi todo, sostener la dignidad de la persona. El 'poderoso caballero' hoy si no da la felicidad, sí ayuda mucho a conseguirla, como expresa el dicho popular.
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Cabe pues, y de hecho es posible, mantener relaciones humanas semejantes a la compra-venta de los objetos; son las relaciones interesadas en las que la finalidad primordial es el dinero, la autoridad, el prestigio, obtener placer…, sacrificando la dignidad personal. Se puede comprar la vivienda, el coche o las vacaciones, también, con dinero, es posible obtener la información de algo, la amistad de alguien o incluso el matrimonio con alguien. El todopoderoso dinero hunde sus raíces hasta lo más íntimo y profundo del ser humano. Estas, sin embargo, son falsas compras en las que se confunde la dignidad con el precio y la apariencia con la interioridad.
La dignidad humana supera el valor de la economía, queda lejos de la compra y la venta, porque su fundamento es la gratuidad. Valen tanto que es gratis, es de otra naturaleza, superan la relación valor-precio. El amor, la amistad, la vida o el matrimonio son más y mejores cuanto más gratuitos son. Algo es gratis, cuando económicamente no vale, o bien vale tanto, que no es posible su comercialización. De aquí que el mayor y mejor amor sea el más desinteresado, aquél que no posee razones, porque carece de justificaciones: te quiero, porque sí; eres mi amigo de modo gratuito, te doy mi afecto desinteresadamente. Así es para los creyentes el amor de Dios, pues un amor comprado o una amistad interesada, dejan de ser verdadero amor y amistad.
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Las verdaderas relaciones humanas son gratuitas, y más gratuitas cuanto más íntimas y personales son, lo mismo con los semejantes que con Dios. ¿Quién confía en un amor comprado? ¿Quién da crédito a una relación humana interesada? Quien da para recibir no ama al otro, se ama a sí mismo. Resulta interesante, al respecto, la afirmación de Gabriel Marcel: «Mientras menos se piensa en los hombres como seres, mayor es la tentación de tratarlos como máquinas, susceptibles de proporcionar cierto rendimiento» ('El misterio del ser').
La grandeza de la educación: dar sin empobrecerse
La educación tiene mucho que decir y hacer en este sentido, por cuanto siempre es una relación entre personas que ponen algo en común: lo que saben, lo que sienten y lo que son. Educador y educando dan y se dan sin empobrecerse, pues –a diferencia de los bienes materiales que al darlos nos desposeemos de ellos– en la educación la donación enriquece al que da y al que recibe, pues comunicamos valores sin desprendernos de ellos. Esta es la grandeza y dignidad de la educación. Por eso, hoy forma parte del sentir generalizado afirmar que el profesor, el padre o el animador, educan más por su 'ser' que por su 'decir'.
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Conclusiones
1. Las cosas, por ser materiales, se compran y se venden, sin embargo, la relación con las personas, vale tanto que es gratis, pues no tienen precio, sino dignidad.
2. El olvido de esta dignidad conlleva siempre la deshumanización y, a veces, hasta destrucción, de la persona y de la sociedad: salarios injustos, mentiras, desprecios, explotación laboral…son situaciones elocuentes del abuso de las personas con finalidad económica.
3. La dignidad humana supera todo valor económico, porque su fundamento es la gratuidad: el amor, la amistad, la vida o el matrimonio son más y mejores cuanto más gratuitos son
4. Educador y educando, a diferencia de los bienes materiales, dan sin empobrecerse, pues en la educación la donación enriquece al que da y al que recibe, pues comunicamos valores sin desprendernos de ellos.
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