El singular valor de la libertad en la vida humana

Elegir el bien, en circunstancias difíciles, exige esfuerzo y lucha, pues la libertad no es un regalo, sino una conquista que alcanzamos día tras día con nuestras decisiones, poque sólo es libre quien lucha por serlo

Enrique Gervilla

Viernes, 7 de julio 2023, 23:41

La libertad, atendiendo a su etimología latina ('libertas-atis'), significa «estado del que no es esclavo». El hombre libre, frente al esclavo, puede elegir, determinar ... su vida, superando las dificultades que se oponen al deseo de su voluntad. Tal oposición puede darse en nosotros mismos, o bien venir de la sociedad.

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La libertad se nos presenta como la cualidad más valiosa del ser humano, sin la cual la persona no lo es del todo, pues encierra la idea de poderío, de autonomía, de ser uno mismo. Y ser uno mismo, la 'mismidad», no es una cualidad más de los humanos, sino un valor que «nunca deber subordinarse a otros», como ya afirmó E. Fromm.

El valor de la libertad es tan fundamental que la Declaración Universal de los Derechos Humanos la repite hasta treinta veces, unas veces como sustantivo (libertad), otras como adjetivo (libre), otras como verbo (liberar) y otras como adverbio (libremente). De aquí que por la conquista de la libertad se haya luchado intelectual, política y físicamente, llegando incluso hasta la muerte, pues es la clave de la dignidad humana, de la responsabilidad y de la moral.

Esta cualidad, tan singular, ya fue objeto de valoración para Cervantes, quien en el 'Quijote' escribió: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».

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Libre o esclavo

Este bien, tan preciado, es necesario cultivarlo, pues la persona nace con la capacidad de ser libre, pero también con la posibilidad de hacerse esclava. Ambas capacidades se presentan como alternativas posibles de elección, y cuyo resultado depende de las opciones y elecciones personales. Y, si bien es cierto que la razón siempre nos inclina hacia la libertad, las circunstancias y las pasiones, nos pueden conducir a la esclavitud. Situación que ya constató Ovidio: «Si yo pudiera sería dueño de mí; pero me arrastra, contra mi voluntad, una fuerza insólita, y una cosa me aconseja mi deseo, otra mi razón: Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor».

Con toda razón, Manjón afirmó: «Donde se abre una escuela se cierra un presidio; hagamos hombres ilustrados y tendremos hombres honrados»

Elegir el bien, en circunstancias difíciles, exige esfuerzo y lucha, pues la libertad no es un regalo, sino una conquista que alcanzamos día tras día con nuestras decisiones, porque sólo es libre quien lucha por serlo, mediante el dominio de sí mismo. No es un camino fácil, pero sí gratificante. Quienes entienden la libertad sin lucha, fácilmente se hace esclavos de sí mismo o de los demás. Son personas sin una voluntad formada, por lo que se dejan conducir, sin resistencia alguna, por el placer, sea éste bueno o malo, la adulación al jefe, o la defensa pública de una ideología o religión en la que no creen, pero que les proporciona prestigio o beneficio económico. Estas personas son esclavas en jaulas de oro, pero jaulas limitadoras de la libertad. «Gritando libertad, nos vamos haciendo esclavos», decía A. Manjón.

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La educación es liberación

Un medio privilegiado para alcanzar la libertad es la educación, por cuanto ésta es siempre un proceso orientado hacia el bien, hacia el perfeccionamiento total del ser humano.

La educación liberadora –según P. Freir– ha evitar la servidumbre y ataduras, potenciar las posibilidades del educando, y orientar hacia los valores dignos de la persona. Esta educación liberadora se opone a la educación 'bancaria' que, al igual que en un banco, se depositan conocimientos y valores. La educación, pues, no es depositar, pretendiendo la 'domesticación' de la persona, por la que se intenta hacer ciudadanos sumisos, vieja aspiración de los poderosos. Para ello, según P. Freire, la educación debe ser 'concientización' por la que se crea una persona nueva que despierta una conciencia crítica, acepta el compromiso de lucha por la liberación de los demás, pues el analfabetismo es una 'contaminación bacteriológica'.

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Con toda razón, Manjón afirmó: «Donde se abre una escuela se cierra un presidio; hagamos hombres ilustrados y tendremos hombres honrados. Conclusiones:

1. La persona libre, frente al esclavo, goza de autonomía, puede elegir, determinar su vida, superando las dificultades que se oponen al deseo de su voluntad.

2. La libertad no es un regalo, sino una conquista que las personas logramos tras la lucha entre el bien y el mal.

3. El saber nos hace más libres, por lo que la educación crítica es un medio privilegiado para la liberación. Trabajar por la educación de los más necesitados es generalizar la libertad para todos.

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