El sabor de la sabiduría y la ceguera de la ignorancia

Quienes nos dedicamos a la enseñanza fácilmente constatamos el deseo, de no pocos alumnos, de alcanzar las máximas calificaciones con el mínimo esfuerzo

Enrique Gervilla

Miércoles, 8 de marzo 2023, 23:00

«T odos los hombres desean por naturaleza el saber». Con estas palabras Aristóteles inició su 'Metafísica' afirmando la intrínseca tendencia de todo ser humano ... hacia la sabiduría, pues el deseo de saber fue y es una necesidad de los humanos para dominar la naturaleza, asegurarse el alimento, organizar la sociedad, satisfacer los placeres de la vida y conocerse más asimismo.

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-El buen sabor del saber.

El vocablo sabiduría tiene su origen en el verbo latino 'sapere' que significa 'saborear', 'tener gusto', y también, 'tener inteligencia'. La vinculación, por tanto, entre saber y el buen sabor, atendiendo a su etimología, es inseparable y altamente significativa.

En este mismo sentido surgió el vocablo filosofía significó en sus orígenes 'amor o deseo de la sabiduría'. Un saber, que al igual que el amor, siempre está hambriento, es sabroso, agradable, a veces esforzado, y siempre gratificante. Y también el lugar en el que se enseña y aprende la sabiduría, la escuela, está teñido etimológicamente de este mismo significado placentero, agradable y sabroso. Así, la palabra –'Scholé'– en su origen griego significó ocio, distracción y descanso.

-El sabor del saber y el saber académico actual.

Tal situación, sin embargo, se aleja mucho de la realidad académica actual. Los medios de comunicación social frecuentemente nos dan a conocer múltiples informaciones sobre la situación de nuestro sistema educativo. Junto a los éxitos y progresos, con frecuencia también nos informan del fracaso escolar, violencia, falta de motivación de los estudiantes, escaso esfuerzo e interés por el aprendizaje.

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Quienes nos dedicamos a la enseñanza fácilmente constatamos el deseo, de no pocos alumnos, de alcanzar las máximas calificaciones con el mínimo esfuerzo, sin importar demasiado el nivel de conocimientos necesarios para su formación personal y futuro profesional. Los controles, exámenes, ejercicios, registros, etc. son, a veces, los únicos medios impositivos para el aprendizaje. El saber parece haber perdido su buen sabor genera problemas de disciplina en las aulas, apatía, desinterés, y hasta violencias.

En este mismo sentido son demoledoras las palabras de Daniel Arias, catedrático del departamento de Organización de Empresas de la Universidad de Granada: «Me dedico a engañar más que a enseñar», denunciando la falta de interés y motivación. «De 50 alumnos raramente vienen a clase más del 30%». La carta lleva por título: 'Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando'. (IDEAL 4 enero 2023).

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Es evidente que la sabiduría para muchos alumnos hoy ha perdido el sabor. Hecho que afecta vitalmente a la persona y también a la sociedad.

-La carencia de la sabiduría: la ignorancia

Esta carencia del deseo de saber conduce a la ignorancia. La ignorancia ha sido siempre un mal a rechazar, un no-saber dolorido por falta de lo necesario. «¿Por qué al hombre –se preguntó Ortega y Gasset– le duele la ignorancia, como le duele un miembro que nunca hubiese tenido? Los humanos rechazamos la ignorancia, cual ceguera, que impide el desarrollo humano en todos sus órdenes y dimensiones. El refrán popular es significativo al respecto: «El que no sabe es como el que no ve».

Motivación, curiosidad, interés, deseo... son el fundamento para recuperar el sabor del saber

El permanente interés histórico por la creación de escuelas y universidades, como centros de humanización y profesionalización, manifiesta el consenso generalizado de esta necesidad de saber, para liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. El saber es poder, es liberación, es humanización y es profesionalización. La lucha contra el analfabetismo es, por tanto, una batalla contra la ceguera y contra la esclavitud humana. La figura del brasileño Paulo Freire en sus obras, 'La educación como práctica de la libertad' o la 'Pedagogía del oprimido', son altamente significativas.

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-¿Es posible recuperar el sabor del saber?

Ante la situación actual, urge analizar las causas que han conducido al saber académico a esta situación de apatía, rechazo o insipidez de la sabiduría. La famosa frase de Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no salvo a ella no me salvo yo» adquiere todo su vigor, pues es necesario salvar las circunstancias para salvar la persona. Es evidente que las circunstancias personales y sociales de la antigüedad son completamente diversas y hasta opuestas a las actuales.

A nuestro entender, la sabiduría hoy podría recuperar su buen sabor en los centros educativos si estos saben orientar sus enseñanzas hacia los aspectos vitales de la persona: saber ser, saber convivir y saber hacer, mediante preguntas y problemas que generen curiosidad en el alumno, por cuanto preguntar es desear, y desear es carecer de algo que le falta a uno mismo. Motivación, curiosidad, interés, deseo… son el fundamento para recuperar el sabor del saber, hoy muy difícil de llevar a la práctica por profesores y alumnos. La estructura académica actual tampoco facilita este deseo, pues la nota de la Selectividad, y no la vocación, es predominante en la elección profesional.

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Manjón quiso hacer agradable la educación recomendando a sus maestros la enseñanza a través del juego: «Al niño le gustan los juegos, pues enseña jugando». Este fue también el pensamiento de Julián Marías respecto al profesor: «El profesor debe despertar deseos. Deseo de saber; más aún deseo de ver, de mirar, de preguntarse (…) Contagiar el pensamiento pensando ante los estudiantes y con ellos es la función primordial del profesor».

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