Mis encuentros con David Bueno, doctor en biología, profesor e investigador de la sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo, y director de la ... cátedra de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona, se iniciaron muy recientemente. Fue en octubre de 2018. Lo invité a dar una conferencia en la jornada sobre 'Salud Emocional y jóvenes' que celebramos en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP). Su fama como experto divulgador y gran docente le precedía. Su intervención, titulada 'Neurociencias en el aula', fue enormemente didáctica y clara. Profunda y amena. Rigurosa y divertida.
Publicidad
Al cabo de unos meses volvimos a encontramos. Era el verano de 2019. Y esta vez fue en la sede de la Universidad Internacional de Andalucía en La Rábida (Huelva), compartiendo, como docentes, un estimulante curso titulado 'Educar las emociones para mejorar la salud'. Me volvió a encantar su forma de comunicarse y conectar con el auditorio. Un placer escucharlo.
Me han gustado mucho sus recientes reflexiones enfatizando las diferencias entre resistir (este verbo que se ha hecho tan famoso de la mano de una de las canciones más escuchadas durante la pandemia) y persistir (un verbo menos mediático y, sin embargo, muy interesante). Afirma David que «Per-sistir implica mayor proactividad; y nos hace más propietarios de nuestra vida y de nuestro destino. Y, por tanto, también más responsables». Con enorme lucidez nos señala que, a veces, por comodidad, por falta de flexibilidad o de creatividad, nos encerramos en la mera resistencia y nos impedimos a nosotros mismos ir más allá. Estoy de acuerdo con David cuando concluye: «Solamente resistir es conformarse. Y cuando nos conformamos, no crecemos».
Las neurociencias llevan ya tiempo recordándonos que nuestro cerebro cambia cada día, con las cosas que hacemos, con la forma en la que las vivimos y con los pensamientos que tenemos, que creamos y que recreamos. A esa «magia» de la que habla David, le sumamos esa «gimnasia» que tantas veces hemos comentado en estos artículos mensuales, y que nos permite (entrenamiento mediante) convertir una conducta esporádica en un hábito instaurado.
Publicidad
Otra de las áreas de interés que comparto con nuestro invitado de hoy es el de la salud de los jóvenes. A mediados del pasado mes de diciembre David pronunció una conferencia plenaria en la reunión anual de la Oficina Internacional de Educación (OIE) de la Unesco, organismo al que ha estado asesorando en relación con la aplicación de la neurociencia en la educación. La conferencia se centraba en los efectos cognitivos de la covid-19 en adolescentes y jóvenes; y en ella señaló el fuerte impacto en su equilibrio emocional, con la aparición de estrés, elevados sentimientos de soledad, de aislamiento social y de incertidumbre. Todo lo cual, señala David, puede dejar «marcas» en su «arquitectura» cerebral.
Y cuando se le lanza a David la pregunta ética por excelencia: ¿Para qué tiene que servir la educación?, su respuesta es nítida y sabia: «Para ayudar a las personas a crecer en dignidad, y generar un impulso social de transformación».
Publicidad
Este mes las recomendaciones van a ser cerebrales y emocionales. Por una parte, uno de los libros más conocidos de David: 'Epigenoma para cuidar tu cuerpo y tu vida', en el que nos invita a descubrir cómo nuestro estilo de vida y la manera en que pensamos y actuamos pueden modificar el funcionamiento de nuestros genes; y, por otra parte, mi último libro, escrito durante la pandemia: 'Vosotros no tenéis la culpa. En torno al suicidio'; en el que, a partir de mis propias vivencias, ofrezco una serie de herramientas emocionales y de estrategias preventivas tanto para familiares y allegados de personas que se han suicidado, como para personas que en momentos de estrés emocional y social tengan ideas suicidas. Un libro que es, finalmente, un canto de amor a la vida. A una vida imperfecta y bella. A veces, dolorosa; y siempre, apasionante.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión