Las encrucijadas del PP
El PP que gobernará España es el del discurso de Casado en la moción de censura de Vox contra Sánchez. Las estrategias para conseguirlo no se cuentan, se ejecutan
Encuesta, que algo queda. Eso debieron pensar quienes utilizaron una herramienta de investigación social para conformar una opinión pública, antesala de un comportamiento electoral. Se ... usaron, cual 'kleenex', para movilizar, confiarse y diseñar campañas. Las encuestas –las ha habido líquidas y distópicas– ya son historia. Las postelectorales, necesarias para evaluar y reflexionar, no serán noticia. Los más veteranos del PP quizá recuerden con nostalgia al recién desaparecido Pedro Arriola en los años gloriosos de José María Aznar en el feudo que le catapultó a la Moncloa.
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En Castilla y León, los datos, tan venerados en la vida actual, son los mismos para todos. Y, sin embargo, su análisis e interpretación se tunea a la medida del consumidor. De entrada, cabría enfrentar la realidad de las urnas a tres escenarios: las encuestas, las expectativas y la anterior legislatura. Y, además, cual matriz, hay que analizarlos en clave autonómica, nacional, de presente y de futuro. El que cuadre ese círculo, eureka, será el artista de lo posible: 'ergo' político.
Lo que queda patente es que todo es relativo y que hay argumentos para todos los gustos. Pero hay dos en política que son magia, lo que Tezanos dice no hacer en el CIS y que –descuide– nos ha quedado claro a todos: gobernar y ganar, por ese orden. Cada cual tiene derecho a contar la historia como le vaya. Por eso entenderán en el bloque de la izquierda partidista, que no siempre se superpone a la sociológica, que el Partido Popular no vaya a participar del akelarre de San Valentín, como si hubieran perdido las elecciones y no fueran a gobernar. Que no cuenten con ellos para este relato. Sería del género ingenuo. Y aviso a 'tripulantes': esta es la versión oficial del PP. Pero tampoco cabe en ningún sanedrín de consultoría política que la derecha piense que verse abocada a gobernar con Vox no vaya a ser una circunstancia aprovechada por el PSOE.
Descartado ese relato, queda el nudo gordiano: qué hacer con Vox. Organización y estrategia. Barones a filas. No recurrirán a las recetas de Lenin ni se beneficiarán del ingenio de Oscar Puente (alcalde de Valladolid), más propio de su tocayo Wilde. Que el PSOE facilite el Gobierno del PP en Castilla y León para que no dependa de Vox hoy es ciencia ficción. Ahora bien, analizado desde el País Vasco de donde yo provengo, el entendimiento entre el PP y el PSOE fue vital y posible en el pasado. Como dice la canción, depende… Pero claro, siguiendo ese razonamiento, también se podría haber dado una vuelta a qué hacer con la reforma laboral. Es cuestión de conocer el Rubicón de cada cual. También es importante la autoridad para ponerse estupendo en materia democrática y de extremismos, cuando se ha naturalizado la acción política con EH Bildu y Unidas Podemos forma parte del Gobierno de España. En política, ver pajas en el ojo ajeno y no las vigas en el propio está muy extendido. En consecuencia, plantearse gobiernos con Vox a quienes no quieren políticas socialistas ni antisistema no escandaliza y menos porque se lo digan desde el PSOE. 'Quid pro quo'.
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Por eso, el centroderecha que representa el Partido Popular en España vuelve a interpelarse sobre cómo vertebrar el país y liderar una alternativa de gobierno al actual Ejecutivo de coalición presidido por Pedro Sánchez. Su respuesta pasa por Castilla y León donde están puestos, con razón, todos los focos. La encrucijada es ahora. Cómo hacer presidente a Alfonso Fernández Mañueco puede sentar un nuevo precedente. El ciclo de cambio que el Partido Popular dice que es «imparable» tiene que ser, además, creíble: cómo representar y persuadir a los ciudadanos que quieren ese cambio de gobierno de que el PP ocupa un espacio central y mayoritario que queda a la derecha de la izquierda gubernamental es la tarea pendiente. Abarcar todo el espacio posible sin abandonar el centro donde siempre se han ganado las elecciones y, al mismo tiempo, ir achicando la representación e influencia de Vox constituye la gesta que queda por lograr. En Madrid se ha hecho. En Castilla y León, no exactamente. Ese debe ser el leitmotiv de aquí a las generales para el Partido Popular.
Pablo Casado protagonizó una declaración de principios, un discurso de estadista y un alarde de liderazgo en la moción de censura presentada por Vox contra Pedro Sánchez. Ese es el PP que gobernará España. Las estrategias para conseguirlo no se cuentan, se ejecutan. Pero que tampoco se engañe nadie: no se va a poder obviar la necesidad de contar con ellos, con Vox, en las comunidades autonónomas y en los ayuntamientos antes de las elecciones generales. Los barones del PP y el propio Casado saben que eso es así. En un partido con tanta base social, a unos incomodará más y a otros menos. Nada que no le ocurra al PSOE con Unidas Podemos. Asumirlo desde la fortaleza es la diferencia.
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Andalucía, como próximo campo de operaciones, buscará su propia fórmula que no tiene por qué ser ni la de Isabel Díaz Ayuso ni la de Mañueco. Lo que tiene que ser es exitosa para el interés general de los andaluces. Es evidente que las encrucijadas obligan a tomar decisiones, aunque haya quien tema, como señala el escritor italiano Andrea Mucciolo, que ellas, las encrucijadas, «no ayudan a decidir, sino más bien a arrepentirse».
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