Empatía
Puerta Purchena ·
La 'ley trans' no supone un festival de cambio de sexo de manera arbitraria y totalmente disparatada. El problema de los que hablan de oídas, sin vivir de verdad aquello sobre lo que se pronuncian, es que tienen todas las papeletas para equivocarseSegún el diccionario de la Real Academia Española la definición de empatía es tan sencilla como complicada, al parecer, de darse. Según la RAE se ... trataría de la capacidad que tiene uno de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. Dicho de otro modo, la disposición de uno a meterse en el pellejo del otro o a ponerse en su lugar. Hace unos días oía a una periodista de la Cope hablar del recientemente aprobado, en el Congreso de los Diputados, anteproyecto de ley para la igualdad real y afectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI, más conocida como 'ley trans'. La comentarista rechazaba el hecho de que una persona pueda hormonarse para cambiar de identidad sexual con los peligros y problemas que todo ello provoca. No es la primera vez, y no será la última, que oigo a gente hablar con autoridad y creando opinión sobre temas que no les afecta y de los que no tienen ni idea. Es decir, que la 'ley trans' no supone un festival de cambio de sexo de manera arbitraria y totalmente disparatada. Conozco personas que aborrecen del sexo que la naturaleza les ha asignado porque la naturaleza también se equivoca. Y mucho. Personas que nacieron en un cuerpo que nada tiene que ver con lo que realmente sienten lo que les hace sufrir y apartarse de la sociedad, además de sufrir en muchos casos el rechazo de esta. Y es a estos a quienes la ley les posibilitará enmendar lo que la naturaleza no hizo bien.
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El problema de los que hablan de oídas, sin vivir de verdad aquello sobre lo que se pronuncian, es que tienen todas las papeletas para equivocarse. Pero erran porque son incapaces de ponerse en el lugar de los demás y, la mayoría de las ocasiones, hablan por no callar aunque mejor les iría a ellos y al resto si lo hicieran. Les falta empatía, ponerse en el lugar de los demás.
Pero lo anterior no es nuevo. Ya ocurrió con la ley de eutanasia tras la que hordas de periodistas censuraron al gobierno al que tildaron de gobernar a favor de la muerte. Seguramente ninguno de aquellos que arremetieron contra el ejecutivo tenía cerca ningún familiar o amigo en fase terminal que deseaba con todas sus fuerzas dejar de existir. De tenerlo seguramente rectificarían como hizo otro tertuliano al que oí afirmar que él se había opuesto siempre a la eutanasia, pero que tras vivir un caso cercano de un familiar que padecía una enfermedad incurable que le provocaba dolores insoportables comprendió que una persona pueda desear y pedir que acaben con su vida.
Lo mismo ocurrió con la ley del aborto muy criticada por muchos (siempre del espectro político de la derecha) que calificaban la ley de asesina, pero que no tenían en cuenta las circunstancias por las que una persona decide abortar, algo que es traumático y nada alegre como parecen creer.
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Y antes más con la ley de divorcio con la que se acusó al gobierno de destruir familias y con la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo que creaba nuevos núcleos familiares que consideraban aberrantes y destruía la sacrosanta institución familiar.
Pero eso sí, todas esas leyes siguen existiendo y seguirán vigentes porque benefician a toda la sociedad. Hace un par de semanas el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, anunció que cuando llegue a la Moncloa derogará las últimas leyes aprobadas por el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero ya les digo yo, aquí y ahora, que no lo hará, y no lo hará porque vaya a empatizar con aquellos a quienes van dirigidas sino porque millones de españoles, incluidos los votantes del PP, van a recurrir a ellas y sus derechos se verán más sólidos y protegidos.
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