En busca de la dignidad perdida

Emilio Martín Linares

Martes, 28 de noviembre 2023, 00:28

El pasado día 23 de noviembre, se celebró el día Europeo de las 'PERSONAS' sin hogar, o sea, las que supuestamente han 'elegido' vivir en ... la calle.

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El sinhogarismo es una forma de exclusión social extrema, que vulnera los derechos fundamentales de las personas, en los últimos diez años, en España ha crecido un 24,5%. Unas 895.000 en Europa, más de 33.000 en España, y 300, en nuestra querida Granada, atendidas, que no censadas, lo que es increíble, vergonzoso, e indigno, para toda sociedad que se precie, pero sobre todo, para los que tienen que velar por dar cumplimiento y aplicación a nuestra denostada y querida Constitución: El artículo 47 de la Constitución Española declara que «todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada y atribuye a los poderes públicos la obligación de promover las condiciones necesarias y establecer las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho», pero no hay que llegar tan lejos, por favor, que son solo 300 personas en Granada, y así en cada en ciudad, en la cantidad o número real que proceda, hasta atender en mínimos, los derechos de estas 'PERSONAS'.

Ya dijo en su día Mahatma Gandhi, o algo parecido a esto, y a mí libre arbitrio interpretativo: «La felicidad, el bienestar, la justicia social o paz real y de conciencia, no se pueden conseguir de golpe, a la vez o al mismo tiempo, tenemos que conseguirlas poco a poco, partiendo de nosotros mismos, y a través del entorno más cercano de influencia, como hilo conductor de empatía y solidaridad».

Tengo la mala, pero sana costumbre, de correr casi todas las mañanas, a veces casi de madrugada, por las calles de nuestra bella, esplendida, histórica, turística Granada, encontrándome en cada rincón, plaza, hueco, jardín, o inmundo habitáculo, a personas sintecho, sin hogar, sin nada. Ellos tienen toda la dignidad y el respeto, que una persona puede tener en esas circunstancias, y por supuesto, lo que la sociedad les deja o permite tener en su indiferencia complaciente hacia ellos.

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Toda sociedad que se valore, tiene la obligación, deber y poder, de revertir y reaccionar ante esta ignominia, a través de sus instituciones, para ofrecerles algo de su 'dignidad perdida', debemos tutelarlos, ampararlos, pero sobre todo reinsertarlos, es nuestra obligación y su derecho, y por favor, que no se trata de darles u ofrecerles una vivienda digna, como recoge nuestra Carta Magna, tranquilos, pero al menos un techo digno donde protegerse, una cama donde descansar, una alimentación adecuada y atención sanitaria elemental.

Estas 'PERSONAS' no han elegido esta vida, es la vida misma la que los ha elegido a ellos, en sus múltiples variantes y circunstancias, no pocas veces, caprichosas y aleatorias, pero es la sociedad, en su inacción, la que se empeña en mantenerlos en la calle.

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Quiero y debo creer, que nuestra sociedad, es justa, solidaria, avanzada, valiente, y que no se muestra impasible, indolente ni sometida ante el desamparo, la injusticia y dolor de sus integrantes, lo que dudo 'un poco más', es de que esté problema, por poco rentable, políticamente hablando, sea del mínimo interés para nuestros representantes y sus aspiraciones, como demuestran a través de las instituciones en su inacción, una pena, que nos retrata a todos un poco, especialmente a los que realmente pueden, tienen y deben revertir esta injusta e insolidaria situación.

Despertemos conciencias entre todos, ¡¡la inacción no es el camino!!

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