Bajo la piel

Sospecho que la mitad de los comentaristas no tienen idea de lo que sucede, como yo

Después de un viaje a un país tropical, una amiga empezó a sentir picores en un pie. Tardó en percatarse de que, entre los dedos, ... había algo raro, una especie de larva que tuvieron que extraerle y que vivía bajo su piel. La visión de aquello me trastornó y desde entonces miro entre mis dedos por si una 'larva migratoria' quiere visitarme. Esta mañana me he dado cuenta de que no solo existen esas larvas desorientadas, sino que en mis pensamientos se ha infiltrado una especie de perplejidad profundamente dañina a la que llamamos actualidad.

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Ya no sé si el acuerdo de paz tiene trampa, a pesar de que todos los dignatarios del mundo se congratulan de que haya sido aceptado. Tengo la sospecha de que la mitad de los comentaristas no tienen idea de lo que sucede, como yo misma, y el riesgo de hablar de lo que no sabes aparece en mi cabeza con luces rojas.

En los periódicos se recoge un estudio que se hizo a principios de este año durante una tregua en Gaza y que ahora ha sido publicado en The Lancet, una revista médica británica de prestigio. El estudio reveló que la desnutrición infantil en Gaza podría llegar al 20% y que más de 200 niños han muerto de hambre. Los datos demoledores auguran que muchos de estos menores supervivientes no llegarán a adultos o sufrirán secuelas irremediables si no son atendidos de inmediato. El informe no habla de las enfermedades provocadas por el miedo, el abandono o la incomprensión, ni tampoco de las consecuencias de la falta de escolarización, o higiene. Verdaderamente, ¿hacía falta que murieran 20.000 niños?

El plan de paz habría podido incluir una cláusula en la que todos los sobreviviente varones que pesen más de 45 kilos hagan el pino puente los lunes de los próximos seis meses, o que los gazatíes cantaran la Macarena al atardecer… Todo se habría aceptado. Pero de pronto, salen informaciones de que el plan es más adecuado de lo que parece, que Hamás, acorralado y desmantelado, acepta, que Irán o Catar callan porque ya fueron bombardeados con el beneplácito de Trump.

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Pues eso, que ya veremos, y que la actualidad es una nube negra que cubre nuestras cabezas y nos envuelve en dudas. Somos meros peones, rehenes de unas transparencias tan opacas que no dejan ver ni al vecino de enfrente. Me siento incapaz de vocear sobre esa paz, pues la parte oculta es tan enorme que es imposible discernir. Espero que salga de algún lugar un revolucionario de póster a la vieja usanza, un ídolo para nuestros jóvenes, que no les politice, ni les engañe, y que les dé una clase magistral de los beneficios indiscutibles de la responsabilidad de la información.

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