Hurgando en el racismo de nuestra lengua
En el habla callejera, en el lenguaje escrito e incluso en el literario abundan los ejemplos que denotan actitudes culturales y profundas raíces históricas
Con permiso del director, me propongo hoy a llamar la atención del lector o lectora sobre los tics racistas de nuestro idioma, y no solo ... en relación al habla callejera, sino también al lenguaje escrito e incluso al literario, donde igualmente abundan los ejemplos, denotando así actitudes culturales y profundas raíces históricas. Y para que vean que no exagero, traeré a colación varias cuestiones que expongo a su reflexión para que juzguen ustedes por sí mismos.
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1. ¿Qué me dicen de los judíos, ahora que el conflicto palestino-israelí los trae de actualidad? No solo fueron culpables nada menos que de «crucificar a Cristo», como me enseñaron de pequeño para justificar un insulto tan grave como el de 'perro judío', sino que se hicieron luego con el patrimonio de la banca y la usura universal «valiéndose para ello del engaño y la mentira», de ahí que la palabra 'ladino' no sólo designe a la lengua de los hebreos sefardíes sino que haya pasado a nuestro diccionario como sinónimo de «persona astuta, sagaz y taimada». Y, por si todo esto fuera poco, «no seas judío» servía tanto de admonición para quienes escupían en la calle, igual que a Cristo le habían escupido en su camino al Calvario, como también para quienes se hacían los remolones a la hora de invitar o pagar, a los que no dudábamos en encuadrar de inmediato en «la cofradía del puño».
2. ¿Y qué decir de los 'moros'? Estos no eran solo los musulmanes procedentes de Mauritania, ni siquiera los marroquíes, sino todos los musulmanes, aunque fueran europeos. Incluso se extendió su uso como adjetivo para todo el que no estuviera bautizado.
3. Los jugadores hispanoamericanos eran indios aunque sus apellidos fuesen italianos. Daba igual que se llamaran Fernández, Di Stéfano, Zamorano, Pasarella, Maradona o Simeone. Antes todos eran unos 'indios'. Ahora son 'sudacas'. Como sudacas han sido todos los exiliados llegados a Europa huyendo de los militares fascistas de sus respectivos países.
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4. Pero el ejemplo más significativo es el del color 'negro', pues no en vano cuando algo va mal «la cosa se pone negra» o cuando alguien se irrita, el sujeto en cuestión «se pone negro». «Verse negro» es pasar mucha dificultad. «Tener la negra», expresión incluso aprobada por la Real Academia de la Lengua, es sinónimo de pasar una racha de pésima suerte. Un trabajo difícil, duro, penoso... es «un trabajo de negros». ¿Y no se han dado cuenta de que, además, todo lo malo es negro en nuestra lengua? Negros presagios, negro porvenir, negra suerte, marea negra, mercado negro..., ¿hay algo peor que lo negro como adjetivo? Hasta para evocar a los muertos hay que echar mano de la nigromancia. Menos mal que alguien inventó la cerveza negra para que podamos tener la excepción que siempre confirma la regla.
5. Históricamente, sin embargo, nuestro lenguaje racista se inclina más, qué duda cabe, hacia el pueblo calé. «Pareces un gitano» cuando estás sucio y desarrapado. Una 'gitanería' puede ser cualquier reunión tumultuosa y chillona de nuestra propia vecindad. La mala faena de un amigo se convierte en una 'gitanada', palabra ésta definida en el diccionario de la RAE como una «acción propia de gitanos», es decir, dos puntos: «engaño o acción desaprensiva».
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6. En fin, «engañar como un judío», «trabajar como un negro», «hacer el indio» o dejarse embaucar «como a un chino»... son solo unos pocos ejemplos de expresiones que hunden profundamente sus raíces en el más antiguo y rancio racismo de nuestra rica e histórica lengua.
7. Con todo, no estará de más recordar, para concluir, un aserto antiguo de mi admirado y añorado Lázaro Carreter: «El lenguaje reproduce pensamientos y actitudes de la sociedad que lo haba, reflejándolos». Sirva esta pequeña reflexión léxica simplemente como introducción al debate.
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