De buenas letras

El fotógrafo que celebró el centenario disparando su leika

Eduardo Castro

Miércoles, 15 de octubre 2025, 23:20

Nacido en la localidad almeriense de Garrucha, Pepe Garrido celebró el pasado sábado su centenario rodeado en su pueblo de amigos y familiares –algunos llegados ... desde el otro lado del Atlántico– y disparando la cámara como en su lejana época de aprendiz. Hijo y nieto de fotógrafos, la vida de Pepe Garrido se ha definido siempre a través de la fotografía, hasta el punto de ser considerado un auténtico «artista de la cámara». Pero un artista nada sofisticado, desde luego, no de los que basan su arte en los efectos del montaje, de la luz artificial del flash o los focos en el estudio, de la parafernalia de las lentes especiales o los objetivos intercambiables, de la posproducción en la sala de revelado o del retoque final. No, nada de eso. Pepe Garrido ha sido el artista de la cámara al desnudo, sin más aditamentos que su propia vista, su capacidad interpretativa y su creatividad en la elección del ángulo desde el que disparar jugando con las luces –y las sombras– al natural. En Pepe Garrido hemos conocido a uno de esos raros artistas que prefieren pasar desapercibidos para dejar todo el protagonismo a la propia fotografía, que es como decir al objeto fotografiado, por un lado, y a los ojos del espectador, por el otro.

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Y es que su vida ha estado siempre circunscrita a la fotografía, no en vano era hijo de 'Pepe el Retratista' y, a pesar de que apenas contaba cinco años cuando un accidente le dejó mermada para el resto de sus días la visión de un ojo, su capacidad para mirar e interpretar la realidad desde el visor de la cámara nunca se vería afectada por ello. Más tarde, tras el encarcelamiento de su padre al final de la guerra civil y la marcha de su hermano Pedro para rodar documentales con los comandos aliados en la segunda guerra mundial, el resto de la familia fue acogido por una prima de la madre que vivía en Granada, donde Pepe pudo aprender todos los secretos de la fotografía de la mano del prestigioso Torres Molina.

A partir de entonces, la vorágine de la vida le haría sufrir y gozar todo tipo de vicisitudes: desde la muerte del padre y la reapertura del estudio familiar de Garrucha en 1945, la marcha a Venezuela en 1950, su exitosa carrera profesional en el país caribeño, su casamiento por poderes con su paisana María Luisa, la llegada de ésta a Caracas, el nacimiento allí de sus tres hijos o la donación del grueso de su archivo a la Biblioteca Nacional y al Museo Histórico de Venezolana, hasta su regreso a Granada en 1978 atraído por la transición democrática en España, su paso profesional por el Diario de Granada y el Ayuntamiento de la ciudad, su valiosa aportación al cambio de la imagen periodística andaluza, su jubilación…

El reconocimiento oficial venezolano a su ingente labor profesional le llegaría en 1981 con la concesión de la orden Francisco de Miranda, condecoración que le fue impuesta por el entonces presidente de la República, Herrera Campins. Los de la ciudad de Granada o la Junta de Andalucía permanecen aún, sin embargo, pendientes de concreción.

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