De buenas letras

Erre que erre (A la memoria de Criado de Val)

Eduardo Castro

Miércoles, 20 de agosto 2025, 22:49

Durante mi paso por la Escuela Oficial de Periodismo –pertenezco a la promoción del 72 y por aquel entonces no existían aún las Facultades de ... Ciencias de la Información–, tuve el privilegio de contar entre mis profesores a personajes de la época tan famosos e ilustres como Emilio Romero, Bartolomé Mostaza o Luis María Ansón, de cuyos distintos –y, a veces, incluso antagónicos– magisterios e influencia profesional guardo a mi vez diferentes recuerdos y alguna que otra anécdota personal. Sirva como ejemplo ilustrativo la carta que aún conservo y comparto ahora con los lectores de IDEAL de uno de aquellos profesores que más influyó en mi amor al ejercicio profesional del periodismo, tanto escrito –primero– como televisivo –después–.

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Me refiero al profesor Criado de Val –don Manuel, a la sazón, para todos sus alumnos–, que no en vano fue el creador y presentador del programa de TVE titulado 'Lengua viva'. Tras referirme a él en cierta ocasión con el calificativo de «gramático rancio» y ver la poca gracia que le hizo, quise defender mi atrevimiento explicándole al resto de la clase que, excepto en lo referente al tocino, en mi tierra el vocablo 'rancio' no era sinónimo de «echado a perder» ni tenía por qué ser negativo. Muy al contrario, dije entonces y repito aquí, cuando decimos, por ejemplo, «¡Qué rancio es este niño!», en realidad estamos echándole al muchacho todo un piropo. La cualidad de 'rancio' en esta circunstancia no es la negativa que estropea el exquisito producto derivado del cerdo –sea de raza ibérica o simplemente 'blanco' tradicional de matanza– cuando no se ha sabido conservar adecuadamente, sino la de su acepción positiva como sinónimo de «curado, añejo», o en el caso concreto del niño, incluso de «enteradillo, sabelotodo».

Corría el curso 1969-1970 y, tras discutir un día en clase si la letra 'r' debía llamarse 'ere' o 'erre', no me había quedado conforme con el resultado del debate colectivo mantenido al respecto, por lo que a la conclusión del año se me ocurrió hacerle una consulta personal al respecto, dirigiendo para ello a su nombre una carta a la secretaría de la EOP, cuya respuesta me llegó por correspondencia postal recibida en mi domicilio familiar durante las vacaciones de Navidad del curso siguiente. En ella, tras disculparse por la tardanza en responder a mi misiva, contestaba mi cuestión con las siguientes palabras:

«En el Diccionario de la Academia se diferencia la 'ere' de la 'erre', pero yo creo que se trata más de un buen deseo académico que de la realidad, ya que es universal denominar, tanto una como otra, 'erre'. No obstante, ya le digo, el criterio académico es el contrario. Reciba un cordial saludo de... –firmado: Manuel Criado de Val–».

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Y fue así cómo me quedé compuesto y sin mi querida 'ere'.

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