Esperanza para un largo camino
Al alivio en todo el mundo por el acuerdo para detener la masacre en Gaza y recuperar a los rehenes debe seguir un esfuerzo sostenido para la retirada israelí, el desarme de Hamás y un futuro para Palestina
Dos años y dos días después del segundo aniversario de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, que desencadenaron la inmediata ofensiva ... israelí contra Gaza, el mundo aplaude con alivio el acuerdo entre el Movimiento de Resistencia Islámica y el Gobierno de Benjamín Netanyahu para poner en marcha la primera fase del plan presentado en la Casa Blanca el día 1 por Estados Unidos e Israel. El pacto alcanzado la madrugada de ayer en Sharm-el-Sheij debe permitir en las próximas jornadas la vuelta a casa de los rehenes y un cese de los ataques del ejército hebreo. Se trata de pasos imprescindibles para seguir avanzando, pero no exentos de obstáculos.
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La Plaza de los Rehenes de Tel Aviv explotó de alegría por el ya cercano regreso a sus hogares de los 20 secuestrados que han conseguido sobrevivir a una larga y cruel privación de sus derechos. La devolución de los restos de los 28 fallecidos presenta dificultades derivadas de su complicada localización entre la devastación de la Franja. Un argumento que no exime a sus captores de la obligación de devolverlos a sus familias, ni puede respaldar una tentación israelí de continuar con sus operaciones militares o incumplir los plazos de retirada. En las jornadas por llegar, Israel revivirá el dolor de estos dos últimos años con los relatos de los liberados.
Una catarsis de la que seguirán privados los palestinos mientras resulte imposible el acceso a Gaza de los medios de comunicación internacionales. A los supervivientes de la Franja, la ocupación apenas les permite exteriorizar su esperanza entre escombros. Según lo pactado en Egipto, Tel Aviv debe poner ahora en libertad a 1.700 palestinos. La identidad de los que abandonarán las cárceles hebreas será a buen seguro objeto de disputas. La opción de que entre ellos figure el dirigente de Fatah Marwán Barguti parece descartada en esta etapa.
En medio de la esperanza por este primer paso de un largo camino resulta obligado recordar el trágico balance de los últimos dos años. 1.200 personas murieron en los atentados terroristas de Hamás y un millar de soldados israelíes perdieron la vida durante la ofensiva contra Gaza. Los civiles asesinados en la Franja superan los 67.000, víctimas de ataques por tierra y aire contra edificios residenciales, hospitales, escuelas o campamentos de desplazados; muertos entre las ruinas de sus casas porque no se permitió rescatarlos; fallecidos por inanición o tiroteados en las vergonzosas colas del hambre. El inmediato futuro parece propicio a una entrada masiva de ayuda en el territorio, esta vez a cargo de las organizaciones especializadas. Al coste humano del conflicto hay que sumar a cientos de trabajadores humanitarios, sanitarios y periodistas.
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El extraordinario impulso hacia la paz de estos días debió producirse mucho antes. Descabezada y diezmada de efectivos, la milicia palestina se rindió a la presión combinada de Turquía, Catar y Egipto, los tres volcados en complacer a EE UU. Y Donald Trump mantuvo el apoyo militar y político a Netanyahu pero, a diferencia de Biden, acabó torciéndole el brazo porque interfería en sus designios para Oriente Próximo. El compromiso del presidente estadounidense se medirá ante los desafíos duros: la retirada israelí de Gaza, el desarme de Hamás y el gobierno futuro para Palestina. Si su convicción es sincera, no necesita que lo acredite el Nobel de la Paz. Una distinción a la que debería cerrarle el paso su deriva autoritaria en su propio país y hacia el resto del mundo.
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