El balance de los incendios que han devorado amplias superficies forestales y agrícolas en varias comunidades no puede ser más desolador. Por sus colosales daños ... y la incapacidad política para acordar un diagnóstico común que evite otra catástrofe medioambiental semejante en España. Cuando aún quedan frentes activos después de tres semanas de dura lucha de las brigadas de extinción, los partidos y los gobiernos central y autonómicos enfrentados no han sacado nada en claro de valor. Ya no solo sobre su eventual responsabilidad en los fuegos y deficiente respuesta. Ni siquiera han amagado con remangarse para pactar la prevención necesaria, una vez finalizadas ayer las explicaciones de ministros forzadas por el PP y, por otro lado, la comparecencia del presidente de Castilla y León, el popular Alfonso Fernández Mañueco, en medio de fuertes protestas por su gestión. El cambio climático no puede ser un señuelo para engalanar un presupuesto ni atraer votantes. Hasta que no se tome en serio la gravedad de la crisis, que castiga a un país tan despoblado como el nuestro, expuesto a sequías y con bosques como polvorines, no se podrá garantizar la regeneración y, después, el control.
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