Cada 25-N es una oportunidad para denunciar con más fuerza si cabe una infamia impropia de cualquier sociedad civilizada como la nuestra. El Día ... Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres constituye un espacio de reivindicación y lucha contra el maltrato hacia ellas en cualquiera de sus formas –física, sexual, económica o psicológica–. Es una reclamación de rigor, un compromiso moral que debería concitar amplísimas mayorías sociales durante el resto del año y, lamentablemente, una imperiosa necesidad ante una lacra a la que, de momento, no hemos sido capaces de ponerle freno a pesar de todos los esfuerzos. Un fracaso que nos interpela como colectividad y un acicate para no cejar en el empeño con mayores recursos, prevención y educación. Detrás del imprescindible grito que hoy volverá a recorrer nuestras calles en contra de la violencia, hay personas que han sufrido y que lo siguen haciendo: Juana, de 79 años; María del Pilar, de 60; Silvia, de 38; y Ainhoa, de 19; son algunas de las 38 asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va de 2025 en el conjunto de España. Son los nombres de la expresión más sangrante del machismo, pero por desgracia no los únicos. Desde 2023 se suman a la dramática lista los 65 menores asesinados por padres o parejas de las madres en una manifestación extrema de violencia hacia la mujer. El doloroso impacto de estas cifras debería ser por sí solo un revulsivo para enarbolar con más ahínco la bandera por la igualdad y la convivencia.
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Y para ello no solo será necesario remover conciencias, sino una gestión más certera de la Administración en la protección de las maltratadas y la coordinación entre servicios policiales y la Justicia. De poco puede valer animar a las afectadas a presentar denuncias, señal de una mayor concienciación, si se arriesgan a una segunda victimización en el juicio. O si el juzgado no es capaz de agilizar las demandas por falta de personal y medios materiales. Los errores en las pulseras antimaltrato revelan la necesidad de extremar las medidas preventivas para proteger con garantías a las víctimas de la violencia machista, un mal que se cuela sin control por las redes sociales. Los mensajes negacionistas sobre el feminismo que peligrosamente calan entre nuestros jóvenes obligan a aplicarse en la educación. La lucha contra la misoginia que se oirá en este 25-N empieza en casa y el aula.
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