¿Está el futuro de la Tierra en nuestras manos? El tema del cambio climático, presentado a veces en forma de religión de tintes milenaristas, ... tiene, como es lógico una visión totalmente antropocéntrica, pero, no nos engañemos, a pesar de los catastrofismo que se aventura, serán de afección fundamentalmente a la especie humana, pero la Tierra seguirá por muchos años; es más, creo que ella, la vida restante y su diversidad resultarán beneficiadas si desaparecemos como especie.
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Desde la revolución del neolítico, esta especie 'homo sapiens', la nuestra, encumbrada a la cúspide del desarrollo y control de gran parte de factores naturales, ha provocado una enorme crisis y degradación en el ámbito climático, vegetal y animal. El confinamiento al que la pandemia de la covid obligó a muchas poblaciones nos permitió comprobar como muchas especies animales volvían a disfrutar de un entorno del que les hemos privado. Pero dado la tendencia a creernos –y quizás lo seamos– el ombligo de la Naturaleza, es obligado que, de los problemas que nuestra actividad están provocando, los que más nos preocupen sean aquellos que afecten a nuestra supervivencia. El desarrollo que propició la mencionada revolución neolítica se hizo contra el mantenimiento y respeto al medio natural; a la Naturaleza.
Quizás no era posible ni el momento evitarlo, ni había consciencia al respecto, pero ahora, cuando se constata que esa incidencia actúa contra nosotros mismos, se plantea la necesidad de evitar o minimizar esos errores y atentados al medio ambiente, el nuestro, el que nos permita sobrevivir. Es lógico que, en este ámbito de discusión sobre cambio climático, calentamiento global… los esfuerzos e iniciativas se centren en aquellos factores o causas que dependan más directamente de nuestra actividad, los que más nos están afectando, y en los que se pueda intervenir. Admitido que, hasta ahora, toda la actividad desarrollada ha sido al margen de un sentido, llamémosle, ecológico. Conocidos esos errores y sus causas, se impone un desarrollo crítico en cuanto a sus repercusiones medio ambientales.
Centrándonos en dos de los factores claves de nuestra actividad relacionados con la problemática presente: las fuentes para la obtención de la energía cada vez más demandada, y la generación y gestión de los residuos generados por nuestra actividad. Parece claro que respecto a la primera, las fuentes de energía tipo combustibles fósiles han merecido un análisis y dictamen crítico en cuanto a su carácter contaminante. El problema, gran problema que detecto. es que muchas de las soluciones que se están proponiendo –e imponiendo– como alternativa tampoco han sido sometidas a ese análisis imprescindible análisis de impacto ecológico. Parece como la simple denominación de 'verde' o 'limpia' excluyera de toda necesidad crítica. Dada la escasa eficiencia de las llamadas fuentes renovables (eólica, solar…) necesitadas por tanto de enormes extensiones ¿Se ha valorado ecológicamente como estas enormes extensiones de poleas giratorias afectan a aves migratorias, clima, paisaje…? ¿Se ha valorado y cómo el impacto ecológico sobre el clima, fauna, actividad agrícola de cientos de hectáreas de paneles solares?
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He tenido noticias del desarrollo de enormes generadores submarinos para la generación de energía aprovechando las corrientes marinas ¿Se es consciente del enorme impacto de estos engendros sobre la vida acuática, las dinámicas marinas… Admito que como soluciones a pequeña escala y por lo que puede significar de autosuficiencia estas fuentes energéticas suponen un gran avance y provecho, pero ¿A gran escala? Ante la situación actual de una degradación ambiental evidente, los gestores de esta crisis ambiental nos están imponiendo soluciones que, como los pronunciamientos del credo niceno, no están sujetos a crítica ni debate, y ante la más mínima objeción serás catalogado de negacionista como aquellos herejes dudosos de la doble naturaleza de Cristo.
Llama la atención el descarte sin más en algunos países como España y Alemania de las centrales nucleares como fuente energética. Como algunos comparan, mientras la Alemania desnuclearizada ha disparado el precio de la energía en un 50% y sigue emitiendo 10 veces más CO2 que la nuclearizada Francia. ¿De dónde ese extendido rechazo a lo nuclear? Creo que deriva en gran parte de un rechazo ideológico por el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki, el pánico fomentado durante la llamada guerra fría, y la asimilación por la izquierda al 'imperialismo yankee', y asumido por el ecologismo occidental.
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Todo, todo tiene sus inconvenientes, pero veo muchísimos más en estos mamotretos incapaces de suministrar las crecientes necesidades imparables de energía. Invirtamos mientras en el desarrollo de fuentes prometedoras como el hidrógeno y la fusión nuclear como la que persigue el desarrollo del Reactor Termonuclear Experimental Internacional (ITER), proyecto que se desarrolla en el Sur de Francia y en el que colaboran 35 países.
De manera inopinada, nuestro gobierno, con Sánchez a la cabeza, se presenta como adalid en esto de la defensa ambiental; quizás algo forzado dada lo mediano de nuestra economía y contribución al problema climático, pero en fin, ¿porqué no?, siempre que no sea en base a proclamas tan peregrinas como «por una ecología feminista» o «por un ecologismo con perspectivas de género» (je, je, je… perdón, pero es que me da la risa).
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La conclusión es que es imprescindible abordar los problemas que afectan al cambio climático desde una actitud, totalmente crítica, científica e independiente de servidumbres económicas y políticas. Caso contrario la posibilidad de nuestra extinción no es una quimera. Seguirá la Tierra, y otras muchas especies, y quizás más tranquilas, pero, qué duda cabe, es un pobre consuelo.
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