La Trepolina

Cuando despertó, la deuda seguía allí

Como en el microrrelato de Monterroso, cuando acabe este largo e intenso ciclo electoral los problemas económicos, de empleo y pérdida de población de Jaén y provincia seguirán ahí

Lunes, 10 de junio 2024, 12:41

Estos días cumplen su primer año los nuevos gobiernos municipales y toca examen. El de Jaén ha vivido un año estresante, por su inveterada dificultad ... financiera, la falta de experiencia municipal de casi todos sus miembros, el intento de moción de censura y las constantes citas electorales. Doce meses después, la sensación es que el alcalde empieza a aclimatarse y aterrizar en la dura realidad, obviando promesas pintorescas (una auditoría externa cuando las arcas están medio intervenidas por Hacienda, una pantalla en la fachada con la deuda), llamando a las cosas por su nombre al referirse al «déficit estructural» causante de la penuria (más gastos que ingresos consolidados) y encendiendo luces largas con la licitación del contrato de los autobuses (con un año de retraso y de gasto añadido) y del nuevo PGOU de la ciudad (ahora PGOM y POU), quedando aún pendiente el contrato de la limpieza, el más importante del Ayuntamiento y que las calles necesitan.

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DE VISITAS

Pródigo en visitas, el regidor, Agustín González (PP), viajó al Ministerio de Hacienda sin el concejal de Hacienda, en un movimiento más político que técnico, para pedir lo negociado y no acordado por su socio de gobierno, JM+, con el PSOE, en el intento de moción de censura, o lo que fuera. Con todo, algo se trajo, aunque se obviara en el balance, si bien menos de lo esperado y necesitado.

Más extraña resultó la visita a Estepona en busca de «asesoramiento» para reducir los 630 millones de deuda reconocidos esta semana. Son municipios distantes y distintos. El malagueño está en la Costa del Sol y en tres décadas ha duplicado su población, con lo que eso supone de actividad económica y de ingresos municipales. Sin contar que una medida pare recortar la deuda fue reducir plantilla. Pero de todo se aprende.

El problema, pensará el alcalde y todos, es que la deuda jienense y el déficit estructural siguen ahí, y ahí seguirán, después de todos estos fuegos de artificio electorales. Y esa soga, que nunca Jaén la podrá pagar, asfixia a la ciudad. Y ningún ministro o ministra de Hacienda ha querido ni quiere resolver, entre otras cosas porque es fruto de la irresponsabilidad de antiguos dirigentes municipales elegidos por los propios jienenses, aparte de la deficiente financiación de los ayuntamientos en general, que todos reconocen pero nadie arregla.

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Y la Junta y el Estado andan en 'stand by', más allá de transferir los fondos europeos de Recuperación y de algunas partidas propias, aunque con cuentagotas. El presidente andaluz ha estado de campaña permanente y el Gobierno, sin Presupuestos Generales del Estado nuevos, administra lo que hay, a la espera de que escampe.

LECCIONES EUROPEAS

Las urnas comunitarias son importantes, por la elevada cartera de competencias que tiene la UE y por el momento histórico de auge del euroescepticismo y el antieuropeísmo. Pero mientras no cambie esta elección indirecta, los asuntos domésticos y las guerras nacionales dominarán la escena, como ha ocurrido esta vez, en este y en todos países. Los partidos nacionales han hecho por lo general un meritorio esfuerzo por ahuyentar a su principal rival, la abstención, movilizando a sus electorados con todo tipo de contenidos, estratagemas, bulos, vídeos y populismos.

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Un esfuerzo también provincial, donde los partidos, sobre todo los grandes, se han fajado de nuevo en multitud de actos y mensajes, con sus candidatos más visibles en ristre (el socialista Jesús Cózar o la 'popular' María Jesús Molina), y no digamos las formaciones más modestas con el esfuerzo que comporta. Hemos visto a ministros, al presidente de la Junta y a dirigentes de otros partidos dejarse caer en plena solanera, enarbolando sobre todo las banderas nacionales y centrados en el asunto de la agricultura y la PAC.

Pero poco se ha dicho qué se vota. Salvo sorpresa, la alemana Úrsula von der Leyen, del Partido Popular Europeo, grupo mayoritario en la Eurocámara, seguirá de presidenta de la Comisión Europea. La incógnita es qué otros grupos apoyarán su candidatura. En 2019 lo hicieron los socialdemócratas (PSOE, PSC) y los liberales-centristas (Renew de Macron y, en España, Ciudadanos). Este último grupo se espera que baje, por lo que el PPE necesitará a Los Verdes/Alianza Libre (Equo, BNG, ERC, etcétera), que hace cinco años se abstuvieron; o bien mirar hacia el otro lado del espectro político, a ECR (Conservadores y Reformistas Europeos, de Meloni y Vox), y a ID (Identidad y Democracia, de Le Pen y Salvini), divididos sobre todo en política exterior (Ucrania/Rusia). O sea, von der Leyen tendrá que elegir entre el centro izquierda y la ultraderecha. De ahí su sorpresivo acercamiento a Meloni, más europeísta, si bien Vox y otros de ECR ya le han dicho que no la apoyarán, así que en las últimas horas ha virado sin despeinarse hacia Los Verdes, sin descartar nada pues dependerá de los resultados. De qué partidos apoyen finalmente a la presidencia dependerá la política europea del próximo lustro, de ahí la importancia de las elecciones.

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Mientras llega, si llega, un sistema de elección más directa, en el que los candidatos de cada partido europeo rivalicen entre ellos y los electores conozcan sus programas y sus posibles alianzas, es lógico que el protagonismo sea de los partidos nacionales, pero no al extremo de que solo se hable de asuntos domésticos y de rivalidades patrias. En el caso de España, además, se vive una inestabilidad desde hace una década, con una exigua mayoría del partido gobernante y una dependencia de sus socios que ha llevado a la oposición a ejercer una política de desgaste, acrecentada desde las últimas generales. Así, cada elección autonómica, e incluso las municipales de hace un año, y no digamos estas europeas, se han trasmutado en un examen al Gobierno, en un plebiscito al presidente y, de rebote, a los líderes de la oposición también.

Eso se traduce en una campaña electoral permanente, que paraliza o al menos condiciona la gobernación, no solo la estatal, y en un llamamiento a la movilización constante que está creando hartazgo en el electorado, una parte del cual no sabe qué elecciones hay hoy, por importantes que sean, y algunos ni siquiera que las hay. Una situación que no puede mantenerse mucho más en el tiempo.

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La gente se puede terminar de hartar y tomarse las urnas a chufla, o a chufa, como pasó en Valencia hace un siglo y cuenta Luis Carandell en una divertida anécdota. Un candidato, Félix Azzati, se trabajó bien la campaña y fue a ver a un hortelano, al que había hecho muchos favores, y le dijo que esperaba su voto como en las anteriores elecciones.

– No faltaba más, don Félix. Dígame, ¿qué día quiere que vaya a depositar mi papeleta?

– Pues, ¿qué día va a ser? El de las elecciones, el domingo que viene.

– El domingo no puede ser, estoy comprometido con otro. Pero el lunes, o el martes, cuente usted con mi voto, don Félix.

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