A la voz de ¡A mí La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio. ... Va de batallas. Este año se conmemora el centenario del desembarco en Alhucemas, una acción pionera en su tiempo que, aceleró el final de la sangrienta guerra con las cabilas rifeñas de Abd el Krim y fue replicada por los aliados durante la II Guerra Mundial, en Normandía. Pero no les hablaré de ello (oye, como diría Millán Salcedo), al menos por ahora.
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Hoy, 13 de enero, tuvo lugar en 1958 la batalla de Edchera, en el Sahara occidental, una batalla que pasará inadvertida, que se intentará olvidar y ocultar como el desembarco; la memoria selectiva de nuestros gobernantes, pero para eso estamos aquí, para recordárselo. En Edchera, los legionarios se enfrentaron al llamado Ejército de Liberación que les tendieron una emboscada, superados en número por el enemigo supieron responder al ataque con espíritu de compañerismo y coraje; vencieron pese a las bajas sufridas.
Menudas palabras, coraje y compañerismo, hay palabras que al pronunciarlas se le pone a uno el vello de punta. De esto se trata, de recordar a nuestros caídos, de que reciban el mejor de los homenajes, un simple recuerdo, un «no os olvidamos». La Legión no se olvida. O todos, o ninguno, pero siempre juntos. Ese espíritu de unidad es lo que les hace fuertes; una unidad que supera cualquier barrera ideológica, racial, de nacimiento, religiosa, etc. Lealtad y unidad, algo que deberían tener muy en cuenta nuestros políticos, pues con estos principios estoy seguro de que a nuestro país no habría quién le soplara en la oreja.
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