Ahora que el Covirán ganó el sábado y sigue viviendo un momento dulce en la ACB, hablemos de la cutrez de las instalaciones deportivas en ... Granada. Porque no sé si ustedes saben que nuestro flamante equipo de baloncesto, que juega en la elite nacional, en la mejor liga de Europa, en la segunda mejor competición del mundo tras la NBA; se tiene que pirar esta semana a Fuengirola para entrenar en condiciones. Deportiva, económica y socialmente es un despropósito, se mire como mire. Porque en toda la provincia, excepción hecha del Palacio de los Deportes, no hay una sola instalación homologada que cumpla unos mínimos requisitos de confortabilidad y seguridad para los jugadores. Está el Veleta, pero añoso y destartalado. Y ya. Cuando nos concedieron el Mundial de Baloncesto, uno de los requisitos era tener un pabellón homologado para que las selecciones pudieran entrenar. De ahí viene el famoso —y no precisamente por cuestiones deportivas— Mulhacén, ahora convertido en pista de hielo gestionada por una empresa privada y de incierto futuro. Una tomadura de pelo y un presunto latrocinio perpetrado por el gobierno de Torres Hurtado. Otro equipo damnificado por la falta de infraestructuras entre el Palacio de los Deportes y el pabellón de barrio es el RACA. Y otros muchos conjuntos de otros deportes. En 2019, en aquella frenética carrera del PSOE por acumular etiquetas y distintivos, Granada fue Ciudad Europea del Deporte, todo así, en mayúsculas. En 2022, el Covirán tiene que alquilar un pabellón en Fuengirola para poder entrenar. Que el Palacio sirva para un roto y un descosido es normal en una ciudad sin salas de conciertos, pabellones o recintos multiusos para eventos del entorno de las 3000 personas. Lo mismo alguien desempolva el proyecto del Gran Espacio Escénico de cara a las próximas municipales. Que no se olvide de añadir un pabellón de deportes de mediano tamaño. Y también un huevo duro.
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