Constitución y tolerancia

La Constitución Española de 1978 significó ese abrazo que todos los españoles estábamos añorando. Significó la reconciliación. Supuso construir un futuro común, con los cimientos de la tolerancia y la concordia

carlos rojas

Lunes, 6 de diciembre 2021, 00:28

Decía Cervantes en boca de Don Quijote: «No es un hombre más que otro, si no hace más que otro». De igual manera, no puede ... ser alguien más tolerante que otro si no ejerce la tolerancia, si no la promueve, si no la alimenta. Ni la libertad está asegurada, ni la tolerancia tampoco. Por eso es importante que cuando hemos celebrado en fechas recientes el Día Internacional de la Tolerancia, nos detengamos un rato a poner en común nuestros pensamientos y objetivos para ver qué podemos hacer los responsables públicos por fomentar la tolerancia y el respeto en cada uno de los retos que tenemos por delante, ya sea legislando o gobernando, ya sea con nuestra actitud y nuestras obras del día a día, dando ejemplo como leales servidores públicos. Las cosas que no nos gustan no merecen un grito, ni un discurso que busque el exabrupto, merecen una exposición, y una tarea de defensa de lo que creemos que es justo.

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Nuestro texto Constitucional español de 1978 fue llamado 'el del Consenso', que, en el fondo de su significado, se llena de grandes trazos de respeto y de la tolerancia que nos debemos los unos a los otros.

Después de una larga dictadura los españoles aún teníamos que cicatrizar muchas heridas, que no eran fáciles de cerrar. Durante la guerra civil española, nuestro país se fracturó y muchos españoles perdimos a nuestros seres queridos víctimas de una guerra ominosa: se enfrentaron hermanos contra hermanos en algunos casos, y en todos, compatriotas contra compatriotas; y todos perdimos, porque en una guerra todos perdemos siempre. La Constitución Española del 78 significó ese abrazo que todos los españoles estábamos añorando. Significó la reconciliación. Supuso construir un futuro común, con los cimientos de la tolerancia y la concordia.

Hoy, al cumplirse el 43 aniversario de la Constitución Española, volvemos la vista atrás y vemos cuánto hemos avanzado, y cuánto camino aún nos queda por recorrer. La Constitución Española, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, otros textos constitucionales, y otros instrumentos de los derechos humanos, son pasos de gigante para un mundo más justo, para una sociedad más humana y respetuosa con el prójimo.

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En el artículo 10 de nuestra Constitución reza que «la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y la paz social. Que las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España».

Asimismo, según el artículo 14, los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

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La tolerancia, seguramente no es un principio jurídico, aunque el profesor alemán Arthur Kaufmann sostenga lo contrario citando a Locke en su carta a la tolerancia de 1689 y a Voltaire en su tratado sobre la tolerancia de 1763; pero lo que está claro es que, en muchos casos, como hacía Kaufmann, podemos pensar en la tolerancia sustentándose en la ley para hacerse valer. No debería ser así, pero a veces no encuentra otro antídoto a la ira porque el rencor y la discordia no duermen y acechan revestidos de populismo o nacionalismo radical. Empero, tenemos claro que la tolerancia nunca debe de ser una imposición, porque sería ir contra la esencia de lo que significa; pero también hemos de tener por mandato que los poderes públicos deben de cultivarla, mimarla y ejemplarizarla. Cicerón dijo que para ser libres debemos ser esclavos de la ley; y modestamente podríamos añadir que, además, siervos de la tolerancia. La tolerancia nos hace más libres porque nos conduce a La Paz, y nos aloja en ella de forma natural, sin artificios; sin imposturas.

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