La Carrera

Conexiones

De este monumento de la segunda Edad del Hierro, fueron artífices Boutillea y Duval, dos discípulos aventajados de don Gustavo.

josé ángel marín

Lunes, 21 de febrero 2022, 23:32

Se oyeron detonaciones y en la última el buque saltó por los aires. Aquellas explosiones sacaron del agua el casco y lo hicieron volar por ... encima de la boya donde permanecía anclado en la bahía de La Habana. Un humo denso se elevó sobre los restos del Maine, al tiempo que un chaparrón de virotes metálicos y fragmentos caía del cielo. Eran las diez de la noche del 15 de febrero de 1898 cuando el barco tocó fondo en la ensenada. En la superficie los heridos manoteaban sobre el oleaje dando alaridos. El balance de bajas ascendía a 266 del total de 354 tripulantes que componían la dotación del buque.

Publicidad

Aquel mismo día, mientras el acorazado se hundía en Cuba, aquí se sellaban los últimos remaches del puente metálico que durante décadas sería el más largo y elevado de la red ferroviaria española: El puente del Hacho.

Traigo el episodio del Maine y lo enlazo al viaducto del Hacho, porque en este país de sagitario donde siempre laten pulsiones cainitas, lo contrapuesto y el contraste se han convertido en seña de identidad; no hay más que ver la actual reyerta fratricida dentro del PP.

Pero, vayamos al puente entre Alamedilla y Guadahortuna. Visitemos esta conexión entre Jaén y Granada. Acerquemos la mirada a este testigo del tiempo, a esta singular pieza de la ingeniería que con soberbia estructura de hierro salvaba el barranco sobre el río Guadahortuna. Atendamos a la magia rectilínea que este puente añade a las tierras áridas de este sur que siempre espera. Se trata de un puente sustentado por once pilastras, siete de ellas metálicas, que provocan en el caminante el deseo de penetrar en lo profundo del paisaje y en la memoria del interior ibérico.

Publicidad

Están las traviesas, pero no las vías pues este sendero de hierro cayó en desuso en 1974, sustituido por otro de hormigón colocado en paralelo. El puente del Hacho es la concreción de un proyecto de G. Eiffel. Sí, el de la torre parisina, aunque este puente la dobla en longitud; de hecho, si tumbásemos la torre al lado de este vestigio de nuestra historia ferroviaria, veríamos que solo cubriría la mitad de su trazado. De este monumento de la segunda Edad del Hierro, fueron artífices Boutillea y Duval, dos discípulos aventajados de don Gustavo. Ellos culminaron este emblema del patrimonio industrial y paisajístico hoy desvertebrado, y que en su día fue clave para la conexión y el desarrollo de los pueblos.

El puente del Hacho no es un entarimado de lata, ni un oxidado tributo a la nostalgia. Este sendero de hierro de 624 metros, hoy condenado al olvido, además estuvo a punto de convertirse en botín de chatarreros, ya que los lumbreras de Renfe decidieron venderlo por un millón de pesetas (6.000 euros). Suerte que los vecinos del entorno se opusieron al expolio y plantaron cara a esos dirigentes metastásicos que hoy son plaga perforante en nuestras instituciones.

Publicidad

No se desmanteló el Hacho, pero faltó poco para aniquilar un puente mistérico a cuyo final hay un túnel.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad