Las relaciones entre los partidos, los vínculos de los cargos públicos con la formación en cuyo nombre accedieron a las instituciones y el trato que ... desde las distintas siglas se dispensa a sus afiliados y votantes han experimentado un notable deterioro a raíz de las mociones de censura en Murcia. El empeño por acabar con la existencia del grupo adversario contraviene el pluralismo que da sentido a la democracia. La existencia de diferencias dentro de una fuerza política puede dar lugar a una escisión, a la renuncia a un puesto representativo o incluso al abandono de una organización para incorporarse a otra. Pero todos esos movimientos han de ser explicados con argumentos convincentes. Especialmente cuando alguien se aferra al principio legal de que el escaño es del electo y no del partido, alegando su fidelidad a los votantes frente a la formación en cuyas listas concurrió a las urnas.
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Cuando los saltos de un partido a otro parecen asegurar el mantenimiento de un cargo o la inclusión en lugares de salida para próximos comicios, las personas que así actúan transmiten un mensaje poco edificante en cuanto a la honorabilidad de su compromiso público si eluden explicar los motivos del cambio. Pero si tales prácticas afectan muy negativamente a la formación en la que se desata una crisis con desafecciones e incluso transfuguismo –en este caso, Ciudadanos–, no es menor el impacto nocivo que pueden causar en la que aparece directamente interesada por esas fugas; en este caso, el PP. Ni el centro-derecha ni la política en general ganan nada de la gestación de un mercado de fichajes realizados en las filas de un contendiente que todavía hoy es un aliado. Mucho menos cuando cabe pensar que con ello se fomentan las peores artes de la captación partidaria.
El problema se agrava cuando la proliferación de conductas basadas en el interés propio y en la inquina hacia los demás contribuye a naturalizar la podredumbre. Y se contagia multiplicando la arbitrariedad, el dirigismo y la impunidad frente al escrutinio público por efecto de un «y tú más» que obliga a mantener prietas las filas propias. En las últimas semanas hemos contemplado a candidatos que se agregan a una lista que nadie sabe cómo y quién elabora, a dirigentes que dejan un cargo para aspirar a otro sin rendir cuentas de su ejecutoria anterior. Unos comportamientos absolutamente censurables que se acomodan en la espiral del todo contra todos.
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