El chocolate del loro

Jesús Lens

Miércoles, 4 de mayo 2022, 00:26

Usted conoce la historia en la que se basa la famosa expresión, ¿verdad? Es bonita. Y muy española. Nos retrotrae al siglo XVIII, cuando los ... indianos pochos de pasta invitaban a un chocolate a todo pichichi. Por aquellos entonces, el cacao era un producto de lujo y como los indianos se hacían acompañar de sus coloridos y exóticos loros, les ponían su parte de chocolate en un comedero especial. Cuando las cosas empezaban a irles mal a estos nuevos ricos, seguían agasajando a los invitados con sus merendolas para mantener el estatus, pero al pobre loro solo le ponían alpiste. O lo que quiera que comieran los loros en el Madrid dieciochesco.

Publicidad

Así las cosas, hablar del chocolate del loro hace referencia a esos pequeños gastos que, en realidad, son más simbólicos que efectivos. Un ahorro que tampoco tiene tanta trascendencia en la economía real.

Es uno de los recursos dialécticos que usan los gestores de la res pública para justificar determinados gastos. O para no afrontar ciertos recortes o ahorros. «Eso es el chocolate del loro», aducen. Y a mí, perdónenme la exageración, se me abren las carnes.

Cualquier gasto de una administración pública está o no está justificado, sea cual sea su importe. O debería estarlo. A mí me importa una higa lo poco que represente, a fin de cuentas. Como si se trata del importe de un café. Yo, lo que exijo como ciudadano, es que tenga sentido.

Publicidad

A la hora de defender el chocolate del loro, los gestores aducen que hay partidas más importantes en las que centrarse y a las que dedicar tiempo y esfuerzo para conseguir mejores resultados. Siempre hay otras partidas, claro. Luego lees que las grandes fortunas mantendrán sus Sicavs tributando a porcentajes irrisorios y ridículos y te da la risa. Las Sicavs son las sociedades de inversión a través de las que operan las grandes fortunas españolas, las que acumulan más del 40% del patrimonio. ¡Al 1% llegan a tributar! Ahora que estamos en mayo, eche usted unas cuentas con su IRPF… y trate de no echarse a llorar.

No parece que olvidarse del chocolate del loro sirva para taponar las grandes brechas por las que se fugan los recursos públicos. Y es que se empieza por despreciar 10 euros por aquí, 100 euros por allá y 1000 euros por acullá y se termina por asumir como normal ese sonrojante 1% del que hablábamos antes.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad