Del 'Desastre' a la financiación singular

César Girón

Jueves, 17 de julio 2025, 23:06

Durante el siglo XIX, las relaciones económicas entre España y Cuba estuvieron marcadas por una creciente tensión, exacerbada por las imposiciones de la burguesía catalana. ... Esta élite industrial, en pleno auge tras la Revolución Industrial española, presionó al Gobierno central para imponer altos aranceles a los productos cubanos –principalmente el azúcar y el tabaco– con el objetivo de proteger su incipiente industria frente a la competencia extranjera y garantizar un mercado cautivo en la isla.

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Estas medidas proteccionistas beneficiaban directamente a los industriales peninsulares, especialmente a los catalanes, pero perjudicaban gravemente a los productores cubanos. Al verse obligados a vender a precios bajos en la metrópoli y comprar productos manufacturados españoles a precios altos, los hacendados criollos comenzaron a percibir la relación colonial como un lastre económico. Esta percepción se intensificó con la negativa de las Cortes españolas a conceder reformas políticas y económicas que permitieran una mayor autonomía para la isla.

Así, el intervencionismo arancelario impuesto por intereses catalanes no solo agravó las desigualdades entre la metrópoli y la colonia, sino que alimentó un profundo resentimiento entre las élites cubanas. Esta frustración económica, sumada a factores políticos y sociales, precipitó el estallido de las guerras de independencia cubana a partir de 1868.

Antonio Elorza, uno de los grandes referentes intelectuales de la izquierda, en su último libro, 'Pedro Sánchez o la pasión por sí mismo', describe lo que él llama la «financiación singular» catalana como una rendición incondicional a las exigencias del independentismo –mediante una bilateralidad asimétrica entre Estado y Generalitat– camuflada de federalismo. Para Elorza, no se trata de una reforma técnica del modelo, sino de una capitulación política encubierta según ha expresado en diarios como El País o The Objetive. Medios en los que no ha dejado de afirmar que Sánchez adopta sin reservas el discurso económico y político del independentismo catalán ―la idea del «Espanya ens roba»―, elevándolo a categoría oficial en el acuerdo. Una crítica que, más allá de hablar de «federalización», el pacto con ERC supone «una rendición incondicional» y sitúa el modelo catalán como paso previo a algo desconocido con la independencia en la línea del horizonte.

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En su visión, esta fórmula supone crear un Estado «confederal asimétrico», dando a Cataluña privilegios similares a los forales –País Vasco/Navarra–, sin marco constitucional ni transparencia legislativa –solo basada en la voluntad política y el control personalista de Sánchez–. En resumen, Elorza ve en el acuerdo no solo una cesión técnica, sino un movimiento estratégico que fortalece al presidente Sánchez personalmente y precariza el sistema autonómico constitucional.

Frente a ello, la línea oficial del PSOE sentada a la norcoreana en el 41º Congreso Federal celebrado en Sevilla, no deja de causar estupor. Sin debate interno, y lo que es peor, sobre la base de una mentira llamada cambio de parecer por el alabado líder, fue impulsar una reforma amplia del sistema, falsariamente tildada de federal y equitativa, que fortalezca la corresponsabilidad y solidaridad interterritoriales, sin otorgar privilegios específicos. De este modo la «financiación singular» catalana quedará legitimada, cuando sólo ha sido resultado del pacto del PSC y ERC para asegurar una investidura y sometida a desarrollo futuro, en un marco colegiado, transparente y con control democrático, que realmente es inexistente se mire por donde se mire. Y mi pregunta es: ¿dónde quedan los principios de igualdad y de solidaridad baluartes históricos de la socialdemocracia?

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La historia no es un fenómeno cíclico. No pienso que se repita, pero sí que es una cuestión lineal de la que hay que aprender y extraer consecuencias para el futuro. Si en el XIX fue la burguesía del momento las que avocaron el futuro colectivo a un fracaso que aún sufrimos, en la actualidad el mismo papel hace la oligarquía política aupada y sostenida por la insolidaria casta catalana, que han encontrado en Sánchez y su ambición, la mejor forma de dañar el Estado al que tanto deben. Nada nuevo: la burguesía mal entendida catalanidad, otra vez.

Si hace siglo y medio el 'Desastre' lo fraguaron personajes como Sagasta, con una política nociva de sumisión, hoy lo hará Sánchez desde la misma óptica. La que nos conduce desde el interés y la insolidaridad, como desde el 'Desastre' a la financiación singular.

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