EFE

Cementerios, grandes desconocidos

La Zaranda ·

Cuando visito una ciudad intento conocer tres lugares que me sirven para hacerme una idea ese espacio: los mercados, las bibliotecas y los cementerios

Manuel molina

Sábado, 30 de octubre 2021, 23:14

En estos días hay ajetreo con idas y venidas de gente por los cementerios afanados en la limpieza de tumbas, lápidas y panteones, donde depositan ... flores como recuerdo a los seres que fallecieron. Curiosa costumbre esta relacionada con los efectos que produce un cuerpo hasta el momento que comienza su descomposición, de ahí también la unión al perfume del incienso en el ritual cristiano. Cada cultura arrastra su historia y la carga de simbología, como las tumbas judías en las que se deposita una piedra como recuerdo de la necesidad de estas en lugares desérticos para poder cubrir los cuerpos. Los cementerios en su mayoría son civiles, pero la historia de este país ha ido unida siempre a la Iglesia hasta prácticamente final del XVIII y la Desamortización en que los camposantos y enterramientos eclesiásticos pasaron a lugares alejados por cuestiones higiénicas y sanitarias. En ese momento se genera, quizás, la unión con leyendas y apariciones, fantasmagorías y todo tipo de especulaciones en las cuales los muertos cobran justicia a los vivos. La fantasía genera una visión tétrica y morbosa sobre los lugares de enterramiento.

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Sin embargo, tales espacios en realidad son un remanso de paz y espiritualidad, lugar que con independencia de creencias y despojado del mencionado tópico nos transmite serenidad para reflexionar, por un lado, sobre nuestra existencia, y por otro, con la necesaria tranquilidad, descubrir vidas y arte, que van unidas. Encontramos lápidas que reflejan la síntesis y lo que alguien fuera, de cómo sus seres cercanos declaran de forma pública, el espacio lo es, variados asuntos sobre los que nos llamó la atención la periodista Nieves Concostrina, que ayudó a educarnos para mirar y valorar lo escrito sobre piedras funerarias. También debemos mencionar la labor del periodista Jesús Pozo y la revista cultural Adiós, que nos ha enseñado a buscar entra las tapias excelentes esculturas y monumentos artísticos y símbolos históricos para valorar el arte que se encontraba dentro y no sabíamos interpretar debido a los prejuicios. Cuando visito una ciudad intento conocer tres lugares que me sirven para hacerme una idea ese espacio: los mercados, las bibliotecas y los cementerios. Como si de una cata se tratase, valoro especialmente la tríada e intento comprender, a través de ellos, cómo es su vida y su relación con la muerte.

Los cementerios evolucionan y debido a la cantidad de población se quedan cada vez más pequeños, por lo que se construyen otros o se ensanchan. Ayuda en parte el uso cada vez más entendido de la incineración y los nuevos espacios, columbarios, para guardar las cenizas. Ya casi no se practica la inhumación en tierra y ha desaparecido el espacio destinado y acotado a los juzgados distintos, el sentido común y la razón han igualado, como cantaba Jorge Manrique hace siglos, ríos grandes y pequeños. Tan solo para los vivos es importante si un lugar se erige con mármol de Carrara o se presenta con un simple número. Solo algunos vivos pueden ser fantasmas.

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