Ilustración. Javier Muñoz
El bisturí

«Tourists, go home!»: turismofobia, turistificación y gentrificación

Cecilia López Garrido y Manuel Trenzado Romero

Facultad de Ciencias Políticas y Sociología – Universidad de Granada

Domingo, 24 de agosto 2025

En los últimos meses, ciudades como Granada, Barcelona o Palma de Mallorca han sido escenario de manifestaciones ciudadanas contra los efectos de un modelo turístico ... que, para muchos, ha dejado de ser sostenible. Una de las movilizaciones más significativas fue el pasado 15 de junio, cuando miles de personas salieron a las calles para denunciar la turistificación y reclamar el derecho a habitar dignamente sus barrios. Pancartas con lemas como «Turismo sí, pero no así» o pintadas que advierten «Stop turistificación» reflejan un malestar creciente. Pero, ¿a qué responde realmente esta reacción social? ¿Es una cuestión de intolerancia al turista o hay algo más profundo en juego?

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El debate suele resumirse en el término turismofobia, que sugiere un rechazo visceral hacia quienes visitan nuestras ciudades. Sin embargo, algunos estudios, como el de Milano y Mansilla (2018), advierten que este concepto resulta problemático, pues trasciende una simple antipatía hacia los turistas: muestra una reacción social ante las consecuencias negativas de un modelo turístico poco regulado. No solo hacemos referencia al malestar, sino a una percepción generalizada de pérdida: reducción de la calidad de vida, del acceso a la vivienda, de los lugares públicos y, finalmente, del derecho a vivir en la ciudad.

Este descontento no aparece porque sí. Está vinculado a procesos como la gentrificación, el incremento del coste de la vivienda o la inestabilidad laboral derivada del crecimiento de la economía turística. Aunque algunos vecinos denuncian cómo el turismo altera su día a día, algunos sectores califican estas protestas como intolerantes, empleando el término turismofobia para deslegitimarlas. Ahí radica el problema: el sufijo «-fobia» implica una postura irracional, cuando en realidad las manifestaciones se basan en sucesos muy específicos.

Los medios también han influido en la interpretación del término. A veces han reforzado su carga negativa, asociándolo con protestas radicales o incluso actos violentos. Si bien se han registrado algunos ataques a símbolos turísticos en ciudades como Palma o Barcelona, lo cierto es que la mayoría de estas expresiones son pacíficas. Representan la forma en que muchas personas expresan su frustración ante un modelo que consideran ajeno a sus necesidades. Desde esta perspectiva, el conflicto no es entre turistas y locales, sino entre el modelo de turismo masivo y quienes ven mermada su calidad de vida.

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A raíz de este debate han surgido conceptos útiles para describir lo que ocurre en muchas ciudades: turistificación y gentrificación. Aunque a menudo se confunden, conviene diferenciarlos, ya que describen fenómenos distintos, aunque relacionados. En su tesis doctoral sobre el caso de Palma, Armando Pomar Luque (2021) profundiza en esta diferenciación.

La turismofobia es una reacción a los efectos negativos del turismo masivo. La turistificación, en cambio, es un proceso. Consiste en cómo el turismo modifica progresivamente la forma en que funciona un barrio o una ciudad: uso del suelo, precios de la vivienda, tipo de comercios y uso del espacio público. Es una transformación progresiva en la que las necesidades del visitante acaban teniendo más peso que las de los propios vecinos.

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Algunas de las modificaciones más perceptibles son: la transformación de viviendas en hospedajes turísticos, reduciendo la oferta para aquellos que desean residir en ese lugar; el cierre de comercios tradicionales, sustituidos por negocios turísticos; o la alteración del espacio público, pasando de un punto de reunión vecinal a un lugar de atracción turística.

La turistificación no debería causar conflicto, pero si no se gestiona correctamente, surgen problemas para quienes sienten que su barrio ya no es habitable. Así, la turistificación no implica necesariamente un rechazo abierto al turismo como el que se asocia con la turismofobia.

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La gentrificación es un proceso diferente, aunque relacionado. Se da cuando una zona se revaloriza y atrae a personas con mayor capacidad económica, desplazando a quienes vivían allí antes. Aunque no siempre está ligada al turismo, sí puede verse potenciada por él.

Algunos efectos típicos de la gentrificación son: el encarecimiento de alquileres y precios de venta; cambios en la oferta comercial; transformación de la identidad de los barrios; y la salida gradual de vecinos de toda la vida, que no pueden permitirse quedarse.

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Ambos procesos alteran la composición social, aunque sus causas difieren. La turistificación responde al crecimiento del turismo; la gentrificación, a dinámicas del mercado inmobiliario. Sin embargo, están conectadas. Por ejemplo, la turistificación puede facilitar la gentrificación, haciendo atractivos ciertos barrios para inversores y nuevos residentes. Esto provoca el desplazamiento de vecinos, que a menudo culpan al turismo, generando turismofobia. En este sentido, más que un rechazo irracional, esta última puede entenderse como una respuesta lógica ante un modelo que amenaza la vida cotidiana.

En una reciente investigación, Turismofobia y Turistificación en Tarifa: Movimientos sociales frente a la turistificación (2025), realizamos un estudio sobre estos fenómenos en Tarifa, uno de los destinos más visitados del sur peninsular. Allí se constataron tensiones similares a las de ciudades más grandes: aumento del precio de la vivienda, desaparición del comercio de cercanía y pérdida de identidad vecinal.

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Aunque se trata de un municipio pequeño, reproduce dinámicas que se observan en lugares como Granada, Barcelona o Mallorca. Las conclusiones permiten extrapolar el análisis a otras zonas de Andalucía donde el turismo, lejos de ser una solución económica, se convierte en fuente de conflicto urbano.

El objetivo no debe ser demonizar el turismo, sino replantear el modelo. ¿Uno que expulsa a los residentes y vacía los espacios urbanos? ¿O uno que equilibre las necesidades del visitante con los derechos de quienes habitan el lugar? Apostar por un turismo regulado y respetuoso no es solo deseable, sino urgente.

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