Cazón en adobo

Los que proponen algo así están locos o no han entendido nada. La tapa en Granada es tan sagrada como la Alhambra

Manuel Pedreira Romero

Sábado, 8 de octubre 2022, 00:51

El acelerador de partículas, la sede de la agencia nacional de inteligencia artificial, el soterramiento de las vías del tren, la continuidad de Karanka… un ... puñado de asignaturas pendientes rodean a Granada como un corro de pandilleros juveniles y la enfrentan a desafíos cuya resolución marcará su futuro en el corto, el medio y el largo plazo. Sin embargo, el gran debate que debe afrontar esta ciudad es otro y todos sabemos perfectamente cuál es por mucho que aparentemos ignorarla. Solo los niños de teta o biberón tienen derecho a quedar fuera de un asunto que a todos nos interpela y nos concierne.

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No es la malafollá. Te has pasado de frenada, máquina. Es la tapa. Sí, la tapa, el ingrediente nuclear de la idiosincrasia granadina. El debate acerca de la tapa es de reciente creación. Hasta no hace mucho nadie la discutía. Ahora, sin embargo, esa controversia alrededor de la tapa se desliza como una corriente invisible bajo nuestros pies, como lo hace el Darro por Puerta Real. No la vemos pero sabemos que está ahí, esperando respuestas. Esta misma semana se ha celebrado una jornada sobre la gastronomía granadina que ha vuelto a colocar a la tapa en el foco de la conversación. De nuevo se han escuchado voces, más bien susurros, sugiriendo la posibilidad de eliminar la tapa y reproducir en Granada el modelo de la inmensa mayoría de las ciudades, donde la consumición es más barata y las tapas, pinchos, pintxos, etc. se piden y pagan aparte.

Los que proponen algo así están locos o no han entendido nada. La tapa en Granada es tan sagrada como la Alhambra. Te puede gustar más o menos, verla como un reclamo o como un freno para nuestra hostelería, pero proponer su supresión es una blasfemia de las gordas. La simple idea de meterme en una taberna granadina y que a continuación de la cerveza no venga la tapa es lo más parecido a un apocalipsis zombi que se me ocurre. Nos pasa cuando vamos a un bar en Valencia o en Pontevedra, que pides la caña y a los dos minutos empiezas a ponerte nervioso y a mirar al camarero como si hubiese matado a alguien, hasta que te das cuenta de que no estás en el Zaidín.

La vida del granadino medio es eso que pasa mientras vas de tapa en tapa. Cosa distinta es la conveniencia de mejorar su calidad y variedad, abusar menos del pan y seguir poniendo tapas aunque hayas pedido una ración de cazón en adobo y otra de lomo con ajos, que lo cortés no quita lo valiente y aquí tenemos mucha hambre. Y ahora vas y lo cascas.

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