La pasada Navidad no me tocó la lotería, pero me tocó el covid, y muchas horas libres para leer. Entre las lecturas pendientes estaba un ... libro libre, escrito bajo seudónimo, porque hoy en España la libertad se paga carísima. Se titula 'Catalunya para marcianos'. Si no se lo han traído los Reyes, búsquenlo en la editorial Planeta. Verdades como puños cuenta su autor (Jaume Pi I Bofarrull) que desarrolla un drama histórico de largo recorrido pero hilado con humor.
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La obra, resuelta en una seria de 'lecciones independentistas', se organiza en torno al supuesto dialogo, monologo más bien, entre un ricachón nacionalista radical, don Oriol, que se dedica a adoctrinar a su conductor, de nombre Cucufato, criatura perdida para el razonamiento libre pues ha asumido vivir y morir como 'charnego', como siervo, y cuyo referente supremo es Jordi Puyol, el mejor maestro de cuantos políticos corruptos han existido y existen en España. Esa mente racista que refiriéndose a los andaluces decía que todos vivimos «en estado de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual». Ahí queda eso.
Aunque el infeliz Cucufato (oriundo de Guarromán), pese al lavado de cerebro que le han hecho desde que emigró a Cataluña en los años de la posguerra, no logra entender que sus paisanos a día de hoy vivan infinitamente mejor en Andalucía que él, anclado en un barrio obrero catalán, y traslade tímidamente esa inquietud don Oriol, es mucho mayor su afán por ser aceptado como catalán en esa tierra de España, en la que se sigue sintiendo extranjero, que perseverar en dudas que pudieran molestar al amo. Su destino y el de sus sucesores, nunca limpios del estigma de portar sangre española, pasa por el de tantos conversos de la historia: demostrar que no hay mejor independentista que un charnego castrado mentalmente. Este argumento permite al autor destapar la inmensa ciénaga de mierda en la que flotan las tesis nacionalistas. Todo ello bien documentado, por lo que los argumentos expuestos en el libro resultan irrefutables para quien tenga alguna neurona activa.
Qué indicativo resulta que tantas televisiones, públicas y privadas, llenas de basura, no aborden este asunto a fondo. Es que solo quieren audiencia y subvenciones; les interesa tener muchos Cucufatos de mente estrecha, y saben que hoy divulgar este libro va contra el poder establecido y no conviene. Porque a los actuales gobernantes, aliados con nacionalista para mantener el poder a costa de lo que sea, les escuece mucho que las acusaciones contra sus tropelías políticas lleguen desde la tumba y procedan de personajes tan poco sospechosos de fascistas como Manuel Azaña, quien en 'La velada de Benicarló' ( 1937), su testamento político, acusó a vascos y catalanes de la derrota de la guerra del 36, afirmando que durante la república «la Generalitat funciona insurreccionada contra el gobierno… asalta servicios y secuestra funciones del Estado, encaminándose a una separación de hecho. Legisla lo que no compete, administra lo que no le pertenece…» ¿A que esto nos recuerda algo reciente que antes se llamaba sedición y hoy le han cambiado el nombre? Y así sigue Azaña, relatando las tropelías cometidas por los políticos independentistas, una cuadrilla de bandoleros que hacían buenos a los de Sierra Morena. Por eso Azaña, poco antes de pedir «paz, piedad y perdón» a aquel millón de muertos, afirmaba que «lo mejor de los políticos catalanes es no tratarlos», y escribe en otro pasaje: «yo no he sido nunca lo que llaman españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas me indigno. Si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco; con Franco ya nos entenderíamos nosotros o nuestros hijos, o quien fuera, pero estos hombres son inaguantables...»; a lo que añadía en otra intervención Juan Negrín: «No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. Estoy haciendo la guerra por España y para España… no hay más que una nación: ¡España!».
Hoy, viendo lo que vemos, creo que no quedan casi políticos que usen el nombre de España sin complejos. Hoy, si volviera a suceder el golpe de estado que vimos recientemente en Cataluña, ni siquiera se les podría condenar por delito de sedición; hoy, los que desde el pesebre de la política española condenan lo que pasó en el asalto al Capitolio de Estados Unidos, y lo que hemos vuelto a ver hace nada en Brasil, cuando seguidores del ex presidente Bolsonaro invadieron el Congreso Nacional, el Palacio presidencial y la Corte Suprema pretendiendo derrocar a Lula da Silva, nos avergüenzan. Porque sabemos que mienten. Porque incluso hay algunos en el gobierno de los que cercaron el Congreso de los Diputados porque no les gustaba lo que salía de las urnas.
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Si, 2022 ha sido un mal año para la vergüenza colectiva. Para soltar a violadores antes de tiempo. Para tolerar sediciones. Para disculpar delitos de corrupción. Solo a los catalanes independentistas siempre les toca el Gordo. Ellos ya consiguieron todo lo que exigían del presidente para este año. Ahora se preparan para la siguiente batalla. El buzón de exigencia del nacionalismo es un inmenso estomago hambriento que pretende devorarnos a todos. Tiempo al tiempo.
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