El próximo 20 de mayo la asamblea electoral de Cepyme tendrá que decidir entre revalidar la confianza en el actual presidente de la organización, Gerardo ... Cuerva, o apostar por la candidata promovida por el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, que presentó una alternativa al asegurar que había perdido la confianza en el señor Cuerva.
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Ante esta situación, quiero trasladar a la opinión pública que muchos empresarios, entre los que me incluyo, hace tiempo que perdimos la confianza en el señor Garamendi. El objetivo del líder de la CEOE no es conseguir acuerdos en las mesas de diálogo para beneficiar a las empresas; al contrario, parece que busca el acuerdo por el acuerdo, independientemente de que este beneficie o perjudique a quienes dice defender.
Mucho nos tememos que este también sea el 'modus operandi' de la candidata que apoya para Cepyme. Porque poco sabemos de Ángela de Miguel y de su programa para la patronal de las pequeñas y medianas empresas. Ni la candidata ni el propio Garamendi nos han trasladado por qué debemos votarla el próximo 20 de mayo. Mientras, el señor Cuerva ha ido desgranando en numerosos actos públicos cuáles son sus propuestas para seguir defendiendo al empresario de los continuos ataques que el actual Gobierno está dirigiendo a la empresa y a las pymes.
Es posible que esto se deba a que el señor Cuerva tiene una visión de la realidad de la empresa que solo es posible si se es empresario, y el señor Garamendi claramente no lo es. Los empresarios estamos obligados a llegar a acuerdos, pero no podemos hacerlo cuando las medidas que se derivan de ellos limitan nuestra competitividad y nos impiden invertir, crear empleo y generar una riqueza que, no lo olvidemos, sostiene nuestro Estado de Bienestar. Igual que los sindicatos tienen que luchar por cambios favorables para los trabajadores, las organizaciones empresariales tienen que reivindicar medidas que fortalezcan nuestro tejido productivo.
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Lamentablemente, los empresarios no hemos visto a una CEOE fuerte que se plante ante desmanes del Gobierno como la reducción de jornada o los insostenibles incrementos del Salario Mínimo Interprofesional, o que exija la actualización de ciertos aspectos reduccionistas de la legislación en seguridad laboral. Cepyme y el señor Cuerva han sido, por el contrario, claros: frente a la sumisión de la CEOE, Cepyme está dando voz a los empresarios y oponiéndose con firmeza a medidas cuyas consecuencias quieren que pasemos por alto.
Porque la reducción de jornada sin tocar los sueldos que plantea el Gobierno no es solo una cuestión de conciliación. Se trata de una medida que hay que analizar en profundidad, puesto que puede generar una espiral inflacionaria si las empresas, para mantener la rentabilidad, trasladan el incremento de los costes laborales al precio de venta. Si nuestros productos y servicios son más caros seremos menos competitivos, y eso solo puede derivar en una caída de las ventas que repercutirá negativamente en el empleo. La opción de no incrementar los precios tampoco es muy halagüeña, puesto que la empresa vería reducido su margen de beneficios y, en consecuencia, limitaría la inversión, con la consecuente pérdida de competitividad. Pero estos argumentos, que el señor Cuerva ha expuesto con firmeza, no le interesan ni al Gobierno, ni a los sindicatos, y lamentablemente, tampoco a la CEOE.
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Así que, llegados a este punto, retomo la pregunta que da título a esta reflexión. ¿Cuerva o Garamendi? ¿Un empresario con visión empresarial, rodeado de un equipo que defiende a las empresas, o un líder sumiso rodeado de subordinados que prefiere no llevar la contraria al Gobierno? Para mí está claro. Las empresas necesitamos a un empresario de verdad no solo en Cepyme, sino también al frente de la CEOE.
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