Campo de La Victoria...
Los olivos suicidas ·
Hay que reconocerle el encanto bucólico de aparcar en medio de un descampado y la evocación de los atascos neoyorquinos a la salidaSoy uno de los cobardes e indolentes que no se encadenó en las puertas del viejo Estadio de la Victoria para evitar que la especulación ... derribara el campo de fútbol y fueran construidos en su lugar unos grandes almacenes donde concurriera el pijerío de la ciudad. Mea culpa, mea maxima culpa. Si la generación que me precedió tiene en su debe no haber impedido la demolición del Teatro Cervantes y La Económica, la mía carga con el baldón de que no resuenen en el centro de la ciudad los goles del Real Jaén. Postulan que lo conveniente a un urbanismo acorde con los tiempos era construir el campo de fútbol en la afueras, con fáciles accesos para los coches. ¡Qué dislate bajar al fútbol dando un paseo por el centro de la urbe con tiempo para un café en los bares de los alrededores antes de que empezase el partido! Tamaño anacronismo debe estar reñido con la ecología y las ciudades habitables. La razón que aventuro para semejante desafuero de traslado es que nos ahorramos la bochornosa imagen de simpatizantes a quienes sus consortes –obsérvese que intencionadamente eludo definir el género gramatical para no meterme en líos de corrección sexual– les negaban el asueto de las tardes dominicales y que al verte pasar por El Parque te preguntaban con ansia, «¿cómo ha quedado el Jaén?».
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Al lado de cementerio un estadio que nació viejísimo. Del concurso de ideas salió triunfador un diseño con tribuna cubierta donde se moja todo el mundo en cuanto llueve un poco. Grietas; problemas de cimentación; un césped condenado por una maldición a convertirse todo los años en broza; megafonía de colegio mayor franquista. Hay que reconocerle el encanto bucólico de aparcar en medio de un descampado y la evocación de los atascos neoyorquinos a la salida.
Lo demás, un desastre. Pero ése es el único campo de fútbol de ¿lustre? que tenemos. El que mientras no se demuestre lo contrario sólo sirve para el fútbol. No veo yo a la esgrima –mi deporte–, al tiro con arco o al rugby llenando sus doce mil localidades. Pista de atletismo no tiene y con los velódromos ciclistas tenemos mala experiencia. De forma que sin equipo de fútbol mal futuro le auguro por mucho que el Alcalde, a quien si comérselo ni bebérselo le ha caído un señor marrón, pretenda devolverlo a la 'ciudadanía' para el disfrute de 'todos y todas' (sic en la jerigonza política).
Algún moderno abomina del fútbol, sus concupiscencias y vanidades. La defunción del Real Jaén incluso sería entendida como un avance en aras del progreso de la urbe jaenera. Son aquéllos ignorantes incapaces de comprender los beneficios económicos y la capacidad integradora que insufla el Real Jaén a una sociedad que necesita símbolos y autoestima. Hablo un socio, el número veintiocho, pero también son sentimientos de un jienense. Si desaparece el club, el estadio carece de sentido. Con conciencia cívica aporto una idea. Dada su proximidad con el cementerio, convirtámoslo en una inmensa fosa común donde enterrar la ciudad. Porque cada vez queda menos Jaén vivo.
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