Los recientes acontecimientos políticos han puesto de manifiesto la actualidad del refranero español en el que se aconseja la prudencia al hablar. Autores hay que ... sitúan su origen en el siglo XI, cuando al repartir el rey Fernando I sus reinos entre sus hijos le concedió a Sancho II el reino de Castilla, Alfonso le dio León y a García, Galicia; Sancho calló, a pesar de que era el primogénito y entendía que debería haber heredado todos los reinos, no obstante al poco tiempo desposeyó a sus hermanos de los reinos heredados, con el apoyo del Cid y los unificó bajo su autoridad; situación que le duró poco, pues fue muerto por la traición de Vellido Dolfos al intentar conquistar la ciudad de su hermana Urraca y redondear así su poder.
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Esta pequeña referencia histórica nos hace pensar que, en política son más importantes los silencios que el hablar sin medida. La locuacidad ha condenado a la cúpula institucional del PP y es posible que también alcance a algún locuaz irreflexivo e imprudente que, sin poseer un conocimiento cierto de la realidad o por interés personal, se ponen a opinar e incluso acusar sin que nadie se lo haya pedido. En este sentido, la falta de prudencia, nos ha permitido desenmascarar la realidad de las motivaciones políticas que han guiado las actuaciones de los máximos responsables y las actitudes motivadas de sus colaboradores, generando perplejidad en la estructura institucional, en los simpatizantes y en los votantes.
De otra parte, conviene tener presente que el exceso de ambición y de control total puede ocasionar la propia muerte. Sancho de Castilla al morir, perdió todo y tuvo que dejar todos los reinos unificados a su hermano Alfonso VI de León, con lo cual, lo más prudente hubiese sido no tentar la suerte con la toma de Zamora y haber seguido su lucha contra los musulmanes.
Otra de las lecciones evidenciadas, es no confiar en dudosas amistades ni en los que te ofrecen atajos para conseguir todo el control del poder y menos aún, si proceden o tiene origen en el adversario. No distinguir un regalo envenenado ni una «ayuda interesada», dentro del ejercicio del debate político, es una ingenuidad que inhabilita para la dirección de un partido, máxime si la información ofrecida es violentando la legalidad.
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Todo esto se hubiera evitado, si la acción política se hubiese orientado a evidenciar, sin descanso, todas las tropelías que hacía y hace el Gobierno en contra del interés general y la ley; no solo denunciando las golfadas con la compra y no compra de las mascarillas por el Gobierno y sus amigos, sino mostrando todo tipo de contradicciones e ilegalidades en su ejercicio del poder y no callando o acordando actuación alguna con quienes tratan de destruir la Nación española, que es lo que demandaban sus militantes y votantes.
Ahora el PP tiene un trabajo importante, recuperar la credibilidad, atender al modelo ideológico que lo sustenta, fomentar la práctica de una acción política serena, coherente y sin miedo, tendente a la defensa de los valores que comparten la mayoría natural de los españoles y que no son otros que los señalados en el texto constitucional de 1978, junto a los propios que quedan expresados en sus Estatutos.
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