Al borde del precipicio

Trump fracasó en estas elecciones de medio mandato y el pueblo de EE UU ratificó su confianza en su Constitución

Javier Otaola

Viernes, 11 de noviembre 2022, 00:46

El conocido analista político de 'The New York Times' Thomas L. Friedman comenzaba su columna de opinión al día siguiente del martes electoral en EE ... UU con un inquietante suspiro de alivio: «Ya no tendremos que mudarnos a Canadá, ni tendremos que presentar solicitud ante la Embajada de Nueva Zelanda para obtener la ciudadanía neozelandesa. Las elecciones de este pasado martes han sido las más importantes desde la Guerra Civil y han puesto a prueba los mecanismos constitucionales para garantizar una transmisión legítima y pacífica de nuestros poderes constituidos que han superado el desafío».

Publicidad

Estas palabras ponen de manifiesto la gravedad de los acontecimientos desencadenados por el golpe de Estado fallido de Donald Trump puesto en marcha con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2020. El premio Nobel de Economía y comentarista político Paul Krugman lo definió como lo peor que ha hecho nunca un presidente de Estados Unidos, a la postre una combinación de locura, cobardía y trumpismo que es el nombre de la nueva versión del sempiterno caudillismo narcisista, autoritario y antiliberal de todos los tiempos, con los toques chuscos y cutres que aporta la personalidad de Trump.

Estas elecciones de medio mandato se habían orquestado por Donald Trump, y por el Partido Republicano sometido a su control, como una reivindicación del trumpismo y su enloquecido empecinamiento en negar la victoria electoral de Joe Biden, en un intento de convertir a posteriori en 'verdad política' la ponzoñosa patraña de que le fue robada la presidencia en 2020. Felizmente Trump no ha conseguido su propósito y el pueblo norteamericano ha ratificado su confianza en su Constitucion.

Los candidatos negacionistas de la validez de las elecciones en 2020 han sido derrotados en muchos lugares claves: el demócrata y actual fiscal general del Estado Josh Shapiro ha desbancado al conspiracionista republicano Doug Mastriano, un acérrimo defensor de la teoría del robo de las elecciones en 2020 alimentada por Trump, en un Estado clave como Pensilvania. También en California el gobernador demócrata Gavin Newsom obtuvo un segundo mandato, y asímismo la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul. En Illinois, el actual gobernador democrata, J. B. Pritzker, derrotó al republicano Darren Bailey, de la extrema derecha trumpista. Y La gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, se impuso a la trumpista Tudor Dixon.

Publicidad

La decencia política tiene una deuda con lo que todavía queda del centrismo en el Partido Republicano encarnado por los congresistas Liz Cheney (hija del que fue vicepresidente con George W. Bush) o Adam Kinzinger y la demócrata Elaine Luria, los tres han jugado un papel decisivo en la Comisión de Investigación del Congreso sobre el asalto al Capitolio, lo que les ha costado la forzosa dimisión de su escaño. Pero gracias a ellos la Comisión ha transmitido el nítido mensaje de que nunca se puede permitir que algo así pueda volver a ocurrir en Estados Unidos y ese mensaje ha ayudado, sin duda, a que muchos de los candidatos republicanos impuestos por el propio Trump hayan sido derrotados.

Ha habido otros políticos del Partido Republicano que merecen también reconocimiento por su coraje civil, el más importante de todos los corajes en democracia. El caso de Mike Pence es digno de destacar, fue firme y leal vicepresidente de Donald Trump, le respaldó incluso en algunas de sus declaraciones y acciones más controvertidas, pero tuvo el valor de no someterse a las presiones, se negó a ser complice del 'golpe' político de Trump y cumplió con sus deberes constitucionales como vicepresidente confirmando la validez de las elecciones realizadas, y desde ese momento, pasó a ser para Trump un «pelele», un «maricón». Así de cutre es el tal Donald.

Publicidad

Nunca habría pensado que un país como Estados Unidos podría sufrir una amenaza contra su sistema constitucional tan grave como la que puso en marcha Donald Trump, y que un personaje de esta calaña podría llegar a manchar con su zafiedad la presidencia de la gran república nortamericana, ni a corromper con su miserable estilo al Gran Viejo Partido de Abraham Lincoln. Me viene a la mente el sabio pensamiento de Salvador Pániker: «Nada que sea puro puede ser democrático. La democracia exige suciedad, ruido de fondo, interferencias, antagonismos, azar».

Esa condición abierta de la democracia la hace más expuesta, pero esa misma condición es la que la vuelve más viva y más capaz de adaptarse a las más imprevistas situaciones, aunque a veces se acerque peligrosamente al precipicio. Estoy de acuerdo con el análisis del presidente Biden: «Ha sido un buen día para la democracia y para Estados Unidos».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad