Bacalao al horno
Solo queda hacer de tripas corazón, agarrar ese mondongo inservible de la discusión estéril, reanimar al muerto como sea y colocarse rápido detrás de una de las dos banderas
Es una polémica tan falsa como sabrosa. Primero, el titular duro y molón: El Gobierno prohibirá el alcohol en los bares. Después, como cuando se ' ... bautiza' el vino en la garrafa y se le van quitando grados, empiezan las correcciones y el fastidio: El comité interterritorial de salud aconsejará que los menús de los restaurantes incluyan agua del grifo por defecto en lugar de ofrecer alcohol. Más tarde llegan las aclaraciones y la contextualización. El suflé sigue bajando: Sanidad aprueba recomendar la dieta mediterránea en los menús dentro de un ambicioso plan para mejorar la salud cardiovascular. La controversia se desinfla, pierde fuerza, deviene en nada y uno se queda sin columna por culpa de los malditos matices y la detestable realidad. La recomendación de eliminar el alcohol de los menús desaparece incluso del texto final del comité y yo me quiero suicidar bebiendo, como Cage en Las Vegas.
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Solo queda hacer de tripas corazón, agarrar ese mondongo inservible de la discusión estéril, reanimar al muerto como sea y colocarse rápido detrás de una de las dos banderas. O del lado de los que propugnan alcohol cero y atribuyen a la rancia ultraderecha todos los infartos patrios por su tenaz afición al vino y la cerveza. O del lado de los que en nombre de la libertad reivindican su derecho a beberse hasta las escrituras de las viñas y acusan al rojerío de querer acabar con los agricultores de La Rioja, de Valdepeñas y de Albondón.
Muchos programas de televisión y muchas webs ––para esto, el papel mantiene aún un anacrónico sentido del ridículo y duda mucho antes de zambullirse en la ciénaga de las porfías impostadas– eluden el resultado final de la deliberación en el comité de salud y avivan las posturas de uno y otro lado. Aparecen cardiólogos circunspectos que refutan la legendaria conveniencia de beber una copa de vino al día. Aparecen cardiólogos no menos graves que sostienen las virtudes de la famosa copita diaria de zumo de uva. Comparecen viticultores compungidos ante la amenaza que se cierne sobre sus marjales, pero también defensores de la pertinencia de sembrar brócoli en las interminables llanuras manchegas para salvar nuestras maltrechas arterias cardiacas. Los tertulianos discuten, se enzarzan, hinchan las venas de sus frentes eruditas y concluyen una cosa y la contraria para, un instante después, pontificar sobre los pactos con Vox o alertarnos del peligro de las criptomonedas.
El panorama es aterrador. Solo queda entrar en el restaurante, pedir mesa y, en el momento de elegir la bebida con que acompañar la ensalada mixta y el bacalao al horno, cerrar los ojos.
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