La monarquía, ¿vigente?

Siempre habrá partidarios de la república porque confunden racionalidad con historia

Armando Segura

Jueves, 18 de mayo 2023, 23:21

Los modelos de Estado vienen de antiguo reducidos a tres que en el lenguaje actual serían: monarquía, república y oligarquía.

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Como la oligarquía, hoy más ... bien económica, sólo interesa a los oligarcas y a sus mantenidos, podemos quedarnos a considerar como alternativas más asequibles, la monarquía y la república que los griegos llamaban democracia.

Las monarquías han sido electivas, las más antiguas, y hereditarias a partir de la Edad Media. Las repúblicas fueron en principio senatoriales con un censo restringido a los grandes propietarios y hasta el siglo XX no incorporaron el sufragio universal.

Creo que el asunto no es teórico, tal como estudia la ciencia política y los constitucionalistas sino práctica y de sentido común.

Siempre habrá partidarios de la república porque confunden racionalidad con historia, y en política lo que funciona sobre el papel no siempre funciona en la realidad.

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Vemos como en Francia después de la Revolución, Napoleón se erigió en Emperador a punta de bayoneta. Pasada su época, volvieron los Borbones, le siguió Luis Felipe de Orleans y Carlos X y aún el imperio encontró otro Napoleón que se denominó Napoleón III. Luego vino la guerra franco-prusiana y a partir de ahí, se mantuvo la república que ha sufrido seis cambios constitucionales.

El progreso económico y social se dio en todo el siglo XIX, independientemente de la forma de gobierno y todavía en la última guerra mundial el conde de París rondaba sus pretensiones en el ámbito de Vichy.

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Las formas de Estado las hacen y deshacen los acontecimientos históricos, el juego de fuerzas, el equilibrio de intereses y en raros casos, las urnas.

Más fácil es que la monarquía caiga o se levante, por un golpe de Estado, una revolución o que una guerra exterior lo decida.

Así puede verse en el siglo XIX español en donde ninguna forma de Estado sucedió a unas elecciones libres. Eso no quita de que la forma del Estado pueda ser asumida y aceptada por razones prácticas, salvo en casos tan excepcionales como en el Reino Unido en donde británico y monárquico son casi sinónimos. Las monarquías europeas son constitucionales y confesionales dentro de la religión protestante. La española es constitucional y aconfesional e indirectamente se puede considerar avalada por las urnas que votaron la Constitución de 1978.

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Los socialistas y los católicos desde León XIII prefieren considerar la forma de Estado como accidental. Lo realmente importante es que el pueblo, como un todo y en conjunto, lo asuma como propio o por lo menos lo acaten.

En este momento y en nuestro país, la monarquía desempeñó un servicio histórico impagable. Un caso excepcional de cambio de régimen sin disparar un tiro.

Se dijo en su momento que los españoles eran 'juancarlistas', lo que no significa lo mismo que monárquicos. La monarquía, como la patria o la nación, no son temas cerebrales, sino que tienen mucho de carismático, emotivo, de que 'coja' a la gente o no.

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Cuando en 1931 unas elecciones municipales derrumbaron la monarquía de Alfonso XIII, nadie daba un duro por ella. Los generales, empezando por Sanjurjo, que luego se sublevaron, fueron los que abandonaron al rey. Por mucho que los reyes españoles no han sido siempre ejemplares, la gente da por supuesto que la vida privada del rey conserva una cierta privacidad.

En la actualidad vivimos un 'impasse' en el que nuestra gente acepta esta monarquía constitucional que proporciona una sensación de estabilidad, continuidad y orden. Y sólo los que piensan sobre el papel desearían que esas características se truncaran.

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