La moral es la ciencia que estudia qué puede hacer feliz al hombre y por qué. El término «moral» está mal visto y peor empleado ... por el lenguaje de la cultura de nuestro tiempo, lo que da una pista para un diagnóstico de la infelicidad en mucha gente.
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«Moral», suena a «moralina», expresión que utilizaba Nietzsche para denunciar la moral puritana de sus padres, equivalente a la moral victoriana, tal como se practicaba en la misma época en Inglaterra. En ambos casos, hablamos de una moral protestante que, para guardar las formas, se maquillaba con la crema más triste del mundo, de palidez cadaverina.
Frente a esas deformaciones se exaltó el derecho a la espontaneidad, a la libertad y a la alegría.
No creo que exista en España un pensador que haya sido leído por la juventud, más que el autor de «El Anticristo». Presenta ante el pesimismo religioso, los derechos de la vida libre sin normas y sin fronteras ni lindes en el campo. La alternativa al Cristianismo tenía un agradable aspecto y la idea prendió y prende en la adolescencia hasta que la juventud madura y aprende «lo que vale un peine».
Toparse con el trabajo, la responsabilidad y la empresa deja la brillantez del «Zaratustra» para la nostalgia, aunque la semilla ha germinado en profundidad y allí se quedó.
Tras la calentura de anarquía y anomia, los lectores todavía jóvenes leyeron fragmentos del «Capital» de Marx y aquello sentaba ciencia y justicia y evidenciaba la razón del pesimismo protestante: la conciencia de culpa por la injusticia estructural del «sistema».
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La rebeldía juvenil se carga de razones que se presentan como verdades absolutas y con este tipo de verdades, el único método que funciona es la violencia, pues quedarse estudiando, es quedarse en la pura teoría. Como, además los pobres siempre tienen «razón», el protestantismo capitalista se convirtió en el enemigo ideal, la moral burguesa.
Entonces nace la versión aceptable de la moral para los conservadores de la izquierda: la Ética.
Partiendo de que la culpa de todos los males la tiene el «sistema», para ser bueno y feliz no basta como dicen los kantianos, ser bueno o tratar al otro como a sí mismo. Esto suena francamente a cristiano, decadente y débil.
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Ahora, para ser feliz, hay que ser legal, de manera que, los contenidos de las leyes son indiferentes. Se puede legalizar cualquier cosa, el infanticidio, la guerra, la tortura y si en las asambleas la propuesta es mayoritaria, será legal y por lo tanto serás feliz, habrás cumplido el sentido de tu vida porque has sido obediente a las instituciones. Si no eres legal, serás un delincuente.
Si por el contrario el contenido de la ley es defender la vida, fomentar la justicia social, no importa, tu dios es la Ley. Si la ley manda ser bueno y pacífico, lo mismo.
De este modo, si quieres cambiar la sociedad, no tienes más remedio que hacer política, formar un partido, conseguir una mayoría en las elecciones, etc.
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En conclusión, la única manera de ser moralmente bueno es ser un riguroso cumplidor de las leyes. Si queremos hacer que la humanidad sea feliz, el método infalible de conseguirlo es hacer política.
Tengo una objeción: y ¿si los «buenos» son una minoría? Spinoza contesta: que guarden la bondad para su conciencia, pero en cuanto salgan a la calle, cumplan la ley.
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