Los historiadores llaman 'tierras salvajes' a un amplio territorio que va del sur de Ucrania hasta Crimea inclusive. Este apelativo describe una especie de tierra ... de nadie, en donde tribus nómadas de cosacos y tártaros campaban sin respeto alguno, libres de la garra de Iván el Terrible, uno de los héroes nacionales del pueblo ruso.
Publicidad
Esas tierras estuvieron durante tres siglos bajo la influencia del Imperio mongol que como tantos otros se creyó que era el centro del mundo. Dejó una gran impronta asiática, tanto en Ucrania como en Rusia.
Cuando decayó el Mongol, que se remontaba a Gengis Khan, Moscú y Ucrania respiraron aunque retuvieron de los mongoles todo lo que éstos habían aprendido de los chinos, en materia de administración y uso de la pólvora.
En Crimea quedó un 'khanato' independiente aliado con los turcos y que amenazaba a los cristianos ortodoxos del Norte. Todavía hoy los tártaros se distinguen como población musulmana en Crimea y alrededores.
Publicidad
La actual guerra de Ucrania evoca con gran fidelidad toda la historia de Rusia desde la Edad Media. El país estaba formado por territorios semi independientes y los señores de la tierra, los boyardos se desangraban entre sí, en luchas civiles.
Iván el Terrible que era el primer zar (césar) de Moscovia tenía dos preocupaciones: someter a los boyardos y defender sus débiles fronteras frente a los enemigos exteriores cuyos nombres nos son familiares: los lituanos, polacos, suecos y por supuesto, los tártaros y turcos.
Publicidad
Los campesinos que querían escapar del férreo dominio fiscal de Iván IV, huían hacia aquellas 'tierras salvajes' del sur en donde todo andaba un poco manga por hombro. Motivos tenían porque Iván empleaba métodos represivos para recaudar impuestos que iban desde el empalamiento y decapitación hasta la eliminación de pueblos y aldeas.
En Rusia, la Iglesia ortodoxa era una sola cosa con el zar, dueño personal de todas las tierras y que en el siglo XVII sometió a toda la población a servidumbre, incluyendo los habitantes de las ciudades, impedidos igual que los campesinos, de abandonar el lugar donde vivían.
Publicidad
El zar, que era considerado personaje divino, y el patriarca Macario de Moscú formaban un bloque indivisible, más cerca del modelo bizantino que del latino, con elementos mongoles de fondo. La razón de esta unidad venía condicionada porque polacos y lituanos eran católicos y aspiraban a colocar en Moscú a un zar católico, Segismundo, proyecto que no prosperó.
En grandes líneas, en esta narración de hace cuatro siglos, se ve lo poco que han cambiado las coordenadas fundamentales del conflicto actual. Es una rigurosa prolongación de la historia anterior. Por ejemplo, Polonia y Lituania, frontera de la OTAN con Rusia y en las 'tierras salvajes' del sur, Kiev, que siempre quiso desembarazarse de la pesada carga rusa.
Publicidad
Con la Revolución se establece la Unión Soviética que tiene que resolver la guerra civil que le plantean los blancos del general Kornilov. Al llegar Stalin al poder, dialoga con Serguéi Einsenstein, el célebre Director de cine que filmó una película sobre Iván el Terrible en tres episodios que sólo se proyectaron diez años después de su muerte.
Al romperse el pacto germano-soviético, Stalin, siguiendo la táctica del repliegue elástico, abandonó los territorios dejando a los alemanes, la nada y la nieve. Esos territorios que en parte volvían a ser las 'tierras salvajes' de Ucrania, en donde Hitler estuvo a punto de alcanzar el petróleo del Cáucaso.
Noticia Patrocinada
La Unión Soviética que no consiguió sofocar el alma rusa, vio venir con la perestroica una situación muy anterior en siglos: el retorno a la necesaria expansión de Moscovia para recuperar el antiguo Imperio, acosado por los mismos países que amenazaron al terrible Iván. La geopolítica apenas cambia.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión