Aplausos

Puerta Purchena ·

Le asalta la duda porque horas antes los aplausos de ahora no eran censuras directas y broncas abiertas. Nunca antes se había visto algo igual

José María Granados

Jueves, 24 de febrero 2022, 00:07

Pepe 'El Tomillero' permanece asombrado en plena lectura política de los últimos acontecimientos. No sale del bucle instalado en su cabeza a cuenta de las ... reacciones que, como espectador, ha vivido en los últimos días; de lo que ha leído en esas redes sociales que andan desperdigadas entre las aplicaciones del móvil, hábilmente cebadas por unos cuantos capaces de transformarse en hombres y mujeres de diversas edades, de disfrazarse sea o no carnaval y de sentenciar lo que otras personas dictan cómodamente instaladas en los palcos de la vida.

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Mientras resuenan los aplausos en el hemiciclo le salta la pregunta de ¿qué es lo que se aplaude? Le asalta la duda porque horas antes los aplausos de ahora no eran censuras directas y broncas abiertas. Quizá es que aplauden la consumación de la defenestración pedida, o puede ser que se aplaudan a ellos mismos en la victoria. Nunca antes se había visto algo igual. Jamás se había asistido a un espectáculo de este tipo, en el que la estupefacción inicial caminaba, poco a poco, en fase transformadora desde el apoyo al olvido, tras pasar por el disimulo mientras se ponían las velas necesarias ante la imagen que, fuera la que fuera, pudiera desvelar del lado de quien se pondría el triunfo.

A fin de cuentas, lo ocurrido en el PP, tendría que ser un asunto interno, de los militantes del partido. Pero no puede ser así de simple porque, en una democracia, hasta el vuelo de una mariposa repercute en toda esa ciudadanía que entiende que el sistema de por sí es un gran valor y que si se contamina corremos el riesgo de envenenarnos.

Todo es una pena. No deja de serlo para los que coinciden en ideas, pero tampoco para quienes son antagónicos en ellas. A lo largo de los últimos años, desde que el registrador de la propiedad saludó al marchar, hemos vivido muchas escenas que no deseábamos haber vivido. Ha habido palabras más que gruesas, obscenas, fuertes, insultantes, descalificadoras… y muchas mentiras, demasiadas falsedades y engaños. Sin embargo, y aún así, ninguna solución parecía tan clara como ahora. Que iban a aparecer las tarjetas rojas era seguro. Otra cosa ha sido el reparto. Todas han caído del mismo lado y a los encargados de utilizarlas parece que se la olvidado el equilibrio que todo juez debe tener al ejercer su función. No han medido igual la agresión que el repeler la misma, no ha tenido en cuenta posibles antecedentes, ni eximentes, ni ha entrado en profundidad en causas ni efectos. Simplemente han esperado a que alguien, desde cualquier otro lugar, en la comodidad del anonimato, lanzara el mensaje e inmediatamente, como robots a sueldo, lo han reproducido. Las mismas palabras, la misma sintaxis… pero distinta firma.

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Y después, la escena de la despedida. Ensayo general para calentar motores, que hay que estar en disposición de recibir al nuevo y empezar a hacer méritos no para que la ciudadanía confíe, sino para que, confinada, cada cual alcance el objetivo individual que se ha marcado. Y si en un tiempo hay que volver a aplaudir, se aplaude. ¿Algún problema?

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