¿Antropocentrismo contra ecocentrismo?
¿Creemos que el centro del interés por preservar nuestro hogar, la Tierra, deben ser los seres humanos en su conjunto como especie (la visión antropocéntrica) o deben ser los ecosistemas
En un excelente artículo de opinión en el diario IDEAL de Granada del 7 de septiembre de 2021, 'Por un ecologismo crítico', el profesor José ... Rodríguez Gordillo, catedrático jubilado de la Universidad de Granada y antiguo colega en la Universidad, insiste con razón que cualquier acercamiento a la problemática ambiental global del planeta debe ser científico. Y tiene toda la razón.
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Pero desde mi punto de vista hay algo más: todo problema científico (como es el del medio ambiente) tiene también otros componentes que no son estrictamente científicos, como muy bien apuntó el filósofo Thomas S. Kuhn en 'La estructura de las Revoluciones Científicas'.
Y uno de esos componentes no científicos que condicionan los resultados de la ciencia es el filosófico. Y en este caso, los científicos debemos responder previamente en nuestra tarea a esta pregunta: ¿nos inclinamos por una visión antropocéntrica o ecocéntrica de la investigación? O más claramente: ¿creemos que el centro del interés por preservar nuestro hogar la Tierra deben ser los seres humanos en su conjunto como especie (la visión antropocéntrica) o deben ser los ecosistemas (como muchos ecologistas propugnan? Es más: desde un punto de vista filosófico, ¿podría existir una fórmula de acuerdo entre ambas posturas?
Evidentemente, este debate es extenso y no es ahora el momento. Pero entre una postura que parece egoísta, la postura de un antropocentrismo excluyente (que parece primar nuestra supervivencia como especie sobre la vida en el planeta a cualquier precio) y la de un ecologismo radical (ecocentrismo) que prima la pervivencia de la vida sobre la vida humana en el planeta, puede existir la postura a la que Gordillo llama del ecologismo crítico.
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Desde mi punto de vista, esta postura supone desde la perspectiva interdisciplinar que resulte más coherente la defensa de un humanismo antropocéntrico, aunque autocrítico, renovado e integral. Está claro que tiene que ser autocrítico con respecto a la mentalidad y modo de vida propio de la sociedad capitalista, que solo desea el lucro y el progreso medido en dinero y no en calidad de vida humana para todos.
Tenemos que reconocer que los humanos no somos unos entes al margen de la Tierra, de sus leyes y sus dinamismos, por lo que su centralidad y densidad ontológica y ética no puede apoyarse en una actitud autosuficiente y despótica, sino que debe integrarse en el conjunto del sistema ecológico, y tiene que asumir la responsabilidad y el cuidado de la tierra.
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La tierra es nuestra casa común, como se nos dice con acierto. Por tanto, tenemos que construir un humanismo antropocéntrico renovado, enraizado en la Tierra, consciente de ser una parte más dentro del todo del universo y del sistema ecológico de la madre Tierra; aunque, al mismo tiempo, un humanismo antropocéntrico renovado poseedor de una centralidad que no puede ser mentada como excusa para un dominio despótico, sino para justificar la responsabilidad de un cuidado fraterno, base de un estilo de vida basado en un desarrollo sostenido y responsable.
Sería, por tanto, un antropocentrismo integral, un ecologismo crítico, no prepotente ni al margen del conjunto de la Tierra y del universo, sino integrado en ese todo y sistema cósmico, pero apoyado también en la centralidad ética, epistemológica y política de nuestra especie.
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Desde el punto de vista epistemológico (que puede resultar más novedoso a los lectores), tiene sentido racional para justificar nuestra postura el hecho de que somos los únicos seres vivos (mientras no se demuestre la existencia de vida inteligente en otros planetas), que poseemos la capacidad de tomar conciencia de nuestra existencia y del lugar que ocupamos en un planeta suburbial del universo, resultado de un largo proceso evolutivo, así como del progresivo descubrimiento de las leyes que conforman la realidad, de nuestro impacto negativo en el entorno ecológico y de la toma de conciencia de este error y de nuestra obligación de cuidar y respetar al resto de los seres del universo, vivos y no vivos. Todas estas reflexiones que estamos haciendo aquí no tendrían sentido sin el presupuesto de esta centralidad epistemológica.
Además, consideramos que el mantenimiento de este humanismo antropocéntrico integral es más razonable y posee mayores ventajas que la cosmología ecocéntrica de cara tanto a la defensa de la vida humana como de los demás seres vivos. Solo si unimos el enraizamiento del ser humano en la biosfera (ecocentrismo) con la defensa de su centralidad y singularidad, podemos no caer en la incoherencia de esforzarse en defender la supervivencia de las especies animales y olvidarnos de la lucha para que todos los seres humanos tengan una vida digna.
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Y, por otro lado, solo así podremos insistir en la responsabilidad de los humanos en relación a la persistencia de la vida en la tierra, puesto que sólo podemos pedir responsabilidad a quienes son libres y capaces de responsabilidades y deberes. No parece muy razonable exigir estas obligaciones a los humanos, al mismo tiempo que les negamos una especial densidad ontológica y ética, y religiosa. Todos estos argumentos son los nos hacen considerar legítima la defensa de un humanismo antropocéntrico renovado e integral.
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