¿Otros veinte años de oprobio e infamia en San Miguel Alto?
Todo está como hace dos décadas, intacto el monstruo de lajas de cocina, sin deterioro la mole, el mastodonte infame e incorrupto, desértico y sin vida
Yo ya no los veré, por eso he de darme prisa en aportar todas mis energías para apartar la desolación, el caos y la infamia ... de uno de los lugares más vilipendiados de la ciudad, el tramo oriental de la muralla zirí del Albaicín que la ermita de San Miguel Alto corona; uno de los parajes granadinos más singulares y admirados, por el contrario, y una de las más sugerentes visiones, desde tan diversos ángulos, del origen de nuestra ciudad, el Albaicín, de la Alhambra y de buena parte de Granada en cualquier estación del año y o en las distintas horas del día o de la noche.
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Todo está como hace dos décadas, intacto el monstruo de lajas de cocina, sin deterioro la mole, el mastodonte infame e incorrupto, pero desértico y sin vida ya el paraje donde la paz y la belleza residían; las buenas intenciones de desmontar los ciudadanos valerosos la horrenda fechoría con que 'restauraron' la tremenda brecha abierta en este paño de la muralla nazarí en el verano de 1629 por la fuerza de las aguas de una fortísima tormenta, que descargó en el cerro del Aceituno, no llegó a feliz término y el caos y la desolación allí persisten si, con prestancia no se aporta el remedio imprescindible. Parece como si ya, nada molestara a nadie porque ninguno pasa por allí. Pero allí sigue San Miguel en el cenit, presidiendo, y allí hemos de volver los granadinos –con un pequeño rodeo se evita el monstruo– para con nuestra presencia, nuestra energía, opiniones, criterios, solicitudes, valentías… hacer volver la vida al Cerro del Aceituno.
No he precisado echar mano del 'Gran Sopena de Sinónimos y asociación de ideas' con 870.000 voces, sinónimos y afines en la edición de 1991 porque hace fluir espontáneamente la expresión de rabia y dolor si eres capaz de soportar unos instantes la ignominia reinante. Pero con el diccionario ya en la mano se llama sarcasmo tildar este engendro constructivo de legal y con mecanismos propios para revalorizar el patrimonio. Porque está todo inventado y ya conocen estos modernos tracistas a Eróstrato, el infeliz pastor del s. IV a. C., que incendió el templo de Diana en Éfeso por puro afán de fama, celebridad e inmortalidad; modos hay. Persíganse la gloria de la posteridad con signos más laudables, con dinero propio y en las particulares posesiones de cada uno. De ningún modo en murallas como esta, catalogada como Bien de Interés Cultural y que como tal goza de una protección (¿) que impide en ellas actuaciones que no estén relacionadas con la restauración y mantenimiento debidos.
La vida huyó despavorida de aquellos remansos de historia y de paisaje con la llamada irrisoriamente 'restauración' de 'La Cerca de D. Gonzalo'. Antes había algún valiente que era capaz de pasar por el llamado por los vecinos `'túnel del miedo'. Ahora no queremos pasar de un lado al otro; queremos que desaparezca el pasadizo y su revestimiento. Podrían tener los ejecutores la oportunidad de cambiar el adefesio y parecer sabios, por el propio hecho de la rectificación, pero no pedimos milagros; somos los ciudadanos los que hemos de tomar la iniciativa, volver a San Miguel, retomar energía y mañana mismo, en grupo, con un plan eficaz, no descansar hasta que el exterminio se torne coherencia.
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Tampoco quiso el destino que algunos otros gestores no solo del patrimonio histórico como, al igual, de recursos administrativos presentes, tanto de la capital como de nuestra provincia, hubieran nacido en algún lugar inhóspito del Planeta con que se hubiera ofrecido la solución redonda a tanto descalabro de diversa índole.
Extenuado ya por los años de súplica para que se enmiende el disparate ortográfico del nombre de mi pueblo, Güevéjar, en las señales de tráfico de la autovía del 92, de absoluta incongruencia en la era de la escolaridad obligatoria y motivo frecuente del hundimiento del estado de mi estado de ánimo cada vez que me dirijo o vuelvo del lugar de mi nacimiento, de que la prensa es puntual y frecuente testigo. Ante la nula respuesta de los administradores de la vía, tengo la imperante necesidad de echar mano de métodos más eficaces ante la condición perecedera de la vida humana y paso, pues, a la reclamación previa a la vía contenciosa frente a la Consejería de Fomento, con el ruego a mis herederos, poseedores ya de métodos más expeditivos, continúen hasta que se haga la justiciera luz que merecemos.
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Eran dichosos los jueves por la tarde en el Seminario Menor de la plaza de Gracia en que tocaba el Paseo a San Miguel Alto y desde tan lejanas fechas continuaba siendo, hasta hace dos décadas, un preferido sitio de reencuentro con las emociones imperecederas que provocan enclaves como este. Después el bienhadado destino me ofreció este bendito entorno como lugar de trabajo en una organización internacional de ayuda a la infancia. A cuántos compañeros de tantos mundos he acompañado por Granada. Por ahí ya no podíamos pasar. ¿Hay más dolor? Se instauró la desolación en este paraje pero haremos que la vida vuelva. Pero hemos de empezar mañana.
¿Qué diría ahora Manuel Benítez Carrasco si pasara por allí, desde la casa parroquial de El Salvador, a visitar a su tío, director del Reformatorio de S. Miguel Alto?
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