Expresión lingüística coherente

Antonio Ubago

Martes, 26 de agosto 2025, 22:32

No pensaba ya volver a escribir sobre el dichoso lenguaje inclusivo porque observo decepcionado y malhumorado que pese a tanto tiempo como llevamos haciéndolo muchos, ... el resultado de nuestra colaboración es escasa, si no, prácticamente nula. Pero no podemos ignorar que situación tan grave como lamentable continúe campando a sus anchas y que este deplorable estado de degeneración de la lengua española ha empezado por la clase cultiparlante, los políticos interesados, las redes sociales y este deterioro de nuestro idioma parece no tener fin e ir camino de arruinarlo sin remedio. De manera que de paso atrás, nada; no es posible permitir que se arruine la expresión de nuestro pensamiento, nuestro lenguaje con esa bazofia insufribe.

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De paseo por Granada, tras admirar la ejecución de las obras de la calle San Antón, leo el cartelón informativo que las preside y que dice así: «Mejora de infraestructuras y resiliencia hídrica en el ciclo integral del agua en la calle San Antón de Granada», que no deja de extrañarme el curioso sintagma resiliente hídrico que, leído varias veces, tardo en asimilar, imagino que por el fuerte contraste de resiliencia tan dispar como la presente del cartel y las habituales de mis desempeños profesionales educativos de siempre que, incluso con justificación, me sigue resultando expresión extraña, forzada y fuera de lugar.

La resiliencia hídrica, pese a todo, la explica el diccionario como la capacidad de adaptarse y gestionar eficazmente el agua en tiempos de escasez y crisis y se ha vuelto una prioridad para las empresas de todo el mundo. Sin embargo, el término «resiliencia», de siempre, posee un hermoso y eficaz significado: es la capacidad que nos permite afrontar las crisis y situaciones potencialmente traumáticas y salir fortalecidos de ellas.

El doctor Francés Torralba, catedrático de la Universidad Ramón Lull, experto en resiliencia espiritual y doctor en filosofía, teología, pedagogía e historia, fue intenso colaborador de Aldeas Infantiles SOS y vino a Granada a pronunciar una conferencia, allá por 1986, sobre esa especialidad en la Escuela Nacional de Formación y fui yo el afortunado presentador del conferenciante como director de la Aldea.

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Uno de los aspectos fundamentales en la historia de la evolución de nuestra lengua, si continuamos con los fundamentos esenciales del uso de nuestro lenguaje, es la utilización del masculino genérico para designar los dos géneros que tiene su origen en el sánscrito y en las lenguas preclásicas y que tras tan largo tiempo histórico, de la noche a la mañana, los intereses directos, políticos y sociales, han inventado un lenguaje artificial, de provecho directo, que no segrega ni discrimina a la mujer, dicen, que llaman y creen inclusivo, no sexista, con el recurso único y portentoso de cambiar las oes por aes que parece no tener freno y arruinar nuestra lengua sin remedio si no nos ponemos manos a la obra de contrarrestar la indecencia. La RAE, poco significativa para estos desvergonzados, afirma que «el uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto».

Nos estamos refiriendo a conceptos básicos y elementales que hacen de nuestra lengua, la segunda más hablada del universo, una de las más esplendorosas y expresivas del orbe y que no podemos, en modo alguno, transigir su deterioro progresivo por la desidia, incuria y desfachatez de estos vividores y barriobajunos hablantes destructores, abanderados con el lema de lenguaje inclusivo. Prueba palmaria de que no exagero sino que más bien me quedo corto sobre el caletre de estos aniquiladores es observar la palpable relación entre su lenguaje y los tres grandes libros que nos distinguen: La Constitución, la Biblia y El Quijote.

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Nadia Calviño, en 2018, solicitó a la RAE «adecuar la Constitución a un lenguaje no sexista que incluya a las mujeres». En enero de 2020 conocimos el informe de la Real Academia Española, elaborado a petición del Gobierno. El informe estima que el texto constitucional utiliza un español correcto si se toma en consideración «el uso mayoritario de los hablantes» puesto que, de acuerdo «con el sentimiento lingüístico de estos hispanohablantes de todo el mundo», el masculino genérico como término no marcado, «abarca e incluye a las mujeres» y no es obligado el uso de los dobletes de género. La Constitución es «gramaticalmente impecable», mantiene con firmeza la Real Academia Española en el informe encargado por el Gobierno, un texto aprobado por unanimidad. El informe se basa en el conocimiento que mantiene la Academia del uso general común más extendido de nuestro idioma en el universo hispanohablante, según manifestó el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado.

En cuanto a los otros dos grandes libros de nuestra cultura, la Biblia y El Quijote, no han sufrido riesgo alguno de pretender obstinarse nuestros gobernantes de lenguaje sexista en hacerlos inclusivos y no han pedido ni al Papa ni a la Mancha cambio alguno. Del Quijote, deben pensar, que con ese castellano antiguo trasnochado poco puede hacerse ya, y con la Biblia aún menos cabe irse a ninguna parte por tratarse de un tocho para beatos trasnochados.

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Yo, de natural pacífico, veo poco la tele; ahora, aún menos porque cuando oigo a los comunicadores y políticos con los dobletes de género en su habitual expresión de redención femenina, despotrico en arameo e intento contrarrestar los descalabros que oigo con el contundente discurso de expresivo vocabulario arriero y contundente lenguaje gestual que les dirijo. Me relaja.

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