El Centro Artístico, Literario y Científico de Granada y la asociación cultural Conoce Granada Paseando quisieron acercarnos, el pasado 20 de octubre en la Casa ... de los Pisa, al Año Jubilar 2025, cada vez más próximo, en que la Orden Hospitalaria conmemora el 475 aniversario de la muerte de San Juan de Dios, con una acto entrañable y simbólico en que Francisco Benavides, director del Archivo-Museo San Juan de Dios 'Casa de Los Pisa', disertó sobre la muerte del santo según su primer biógrafo, Francisco Castro, y cerraron el acto los mejores sones del 'ágape musical' del Coro del Centro Artístico, cada vez más afinado, que dirige Jorge R. Morata.
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El libro de Castro estaba aprobado para imprimirse en junio de 1584, ya fallecido su autor, por solicitud de su madre Catalina de Castro, y fue impreso a costa del arzobispo, Don Juan Méndez Salvatierra, en la imprenta de Antonio de Lebrija, en Granada, autor de la primera gramática de la lengua castellana, publicada en 1492, muy pulcramente editado «y sin erratas casi», honrando en sus postrimerías aquella imprenta, la más clásica entre las españolas, aquella que había llevado el «Apud inclytam Garnatam» por colofón único. Situada la impresora en el Callejón de Lebrija, donde se ubica en su inicio el Colegio Cristo de la Yedra, de felice memoria, continúa hasta la carretera de Murcia en que está situada la Aldea Infantil SOS que comenzó su andadura en Granada con su inauguración en septiembre de 1989 con la más intensa y profesional colaboración de este Colegio.
Al contrario de los últimos años de nuestro santo, el origen de Juan Ciudad es incierto; las fuentes, tanto documentales como biográficas que se conservan no nos detallan ni la fecha de su nacimiento, ni el nombre de sus padres. Según su primer biógrafo, nació en un pueblo llamado Montemayor el Nuevo, que pertenecía al obispado de Évora en Portugal, pero no dio más datos sobre el mismo. Hay otros investigadores que apuntan que pudo nacer en Casarrubios del Monte (Toledo), y que, por ser de padres judíos, en las incertidumbres históricas del momento se trasladó la familia al otro lado de la frontera, al mencionado pueblo de Montemayor, y que se produjo un cambio de apellidos. Esta suposición se basa en un documento redactado en 1575, el censo que mandó realizar el rey Felipe II, llamado 'Relaciones histórico-geográficas de los pueblos de España'.
Junto a esta escasez de datos sobre su origen, carecemos también de noticias sobre su infancia, hasta que, hacia 1503, a la edad de ocho años, Juan Ciudad fue llevado misteriosamente por un clérigo a Oropesa. Después de este dato, nuevamente, se hace el silencio sobre su juventud, hasta que, en 1523, con 28 años, se alistó en las huestes del conde de Oropesa, en la compañía de infantería, teniendo como capitán a Juan Ferruz. Entre finales de este año y comienzos del siguiente, 1524, regresó a Oropesa, en donde volverá a su vida de pastoreo.
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San Juan de Dios murió el 8 de marzo de 1550, a los 55 años, debido a una pulmonía, contraída tras lanzarse a las heladas aguas del río Genil para rescatar a un joven que se estaba ahogando y que se había lanzado al río para recoger leña y fue arrastrado por la corriente. Una pulmonía contraída junto al esfuerzo y al frío que agravaron una artritis preexistente, debilitaron su salud hasta provocarle la muerte. San Juan de Dios fue enterrado en el convento de la Victoria de Granada –Carmen de los Mínimos– en el año 1550. Sus restos permanecieron allí hasta el 28 de noviembre de 1664, cuando los hermanos de su orden los trasladaron a la iglesia del Hospital de San Juan de Dios. En 1757 un nuevo traslado tuvo lugar al ser construida la Basílica que lleva su nombre, en cuyo camarín reposan definitivamente. Fue canonizado el 16 de octubre de 1690 por el papa Alejandro VIII.
Tras ilimitados trabajos, ayunos y trasnoches por hacer el bien a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis que le tenía las piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad, Dª Ana de Osorio, obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo. El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.
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Sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: «Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo», y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.
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