Las autoridades económicas advierten a todos los que comienzan hoy sus vacaciones de que España se encuentra bajo la influencia de un verano sofocante económicamente ... que pondrá a prueba la resistencia de sus carteras: tirar alegremente de tarjeta de crédito puede perjudicar seriamente su salud cuando tenga que ajustar cuentas con el banco. Recomiendan estos aguafiestas vocacionales y vacacionales que los veraneantes coloquen sus tumbonas sobre una lágrima en la arena y en posición de rigor mortis, ya que después del verano tendrán que apretarse el cinturón o vender los pantalones debido a una recesión en ciernes. La DANA económica que ahora anuncian estos hombres del tiempo (del tiempo de meter miedo) seguramente acobardará las costumbres de algunos granadinos que ya están acostumbrados a marcharse a cualquier lugar del planeta montados sobre un fácil y veloz crédito bancario, uno de esos que te conceden a la velocidad de la luz y se tarda en pagar una eternidad. Por suerte, las aspiraciones de trotamundos de la mayoría siempre han sido dentro del buen gusto, o sea, dentro de nuestra provincia o en suelo patrio. Al igual que a Fred Astaire le sentaba de maravilla el esmoquin, al granaíno siempre le ha sentado mejor el chiringuito en Carchuna que las pirámides de Egipto, ya que puesto a momificarse bajo un sol de justicia prefiere que sea con unos espetos y unas cervecillas de por medio. Su manera de concebir el descanso estival está construido emocionalmente sobre la mititilla de placeres, no sobre el montón.
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Recuerdo las inconfundibles vacaciones de mi infancia: algún que otro domingo en Lancha de Cenes o en el pantano del Cubillas; y si había posibles, un día completo en la playa. Esto último era un gran acontecimiento. Aterrizábamos en cualquier municipio costero con la misma expectación que un cateto aterrizando en Nueva York y con más ilusión que Koldo planeando sobre una mordida. Para nosotros, darle al pescaíto frito a la vera de la playa nos hacía sentir unos privilegiados; sabíamos que la alegría sencilla es menos sofisticada, pero más intensa. Este año, y mientras la cosa se arregla, aunque sea a peor, creo que hay que dejarse de destinos cursis o paraísos de dudosa concreción. Apuntemos hacia adentro visitando los lugares que han contribuido a hacernos granadinos vacacionales de pro. No hace falta gastar a manos rebosantes para disfrutar de unas vacaciones, ni salir del tranco de nuestra provincia para tener estilo y prestancia como turistas. Por suerte, hace tiempo que dejé de pensar que el mejor de los viajes es el viaje a nuestro interior. Donde se ponga un safari a Trevélez para cazar jamones, que se quite todo lo demás.
Epílogo: Por suerte, todas las vacaciones acaban en el mismo lugar: en casa.
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