El fruto de la empanada

La tapa de la salvación

Antonio Mesamadero

Lunes, 7 de julio 2025, 23:42

Decía el gran Luis Eduardo Aute que sin curiosidad no hay nada; no hay reflexión y, por tanto, no hay conocimiento. En definitiva, que la ... curiosidad mata a los gatos, pero a los humanos les aporta saber. Esa es mi naturaleza, así que un día me puse a investigar sobre los orígenes de la tapa, descubriendo que algunos historiadores sitúan su nacimiento oficial justo el día en que el Rey Alfonso X el sabio contrajo una enfermedad y su alimentación se redujo a dosis minimalistas. Como además de sabio no era tonto, esos pequeños bocados iban acompañados de unos lingotazos de vino de la tierra, que lo curaron definitivamente. A continuación, ordenó que en todos los mesones de Castilla se pusieran una rodajita de chacina como acompañamiento de la bebida. A partir de ahí, todo ha sido una carrera de éxitos.

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La tapa no es una comida principal, pero en ocasiones se comporte como si lo fuera, y tiene mucho de ritual, porque se hace habitualmente entre amigos, aunque el que pague sea siempre el mismo. Eso sí, debe tomarse siempre en la barra y de pie, que es como mejor sienta. También exige de un ratico de charla para poder degustarla en toda su brevedad y así participar, entre bocado y bocado, de esas conversaciones tan interesantes que brotan en los bares, esos confesionarios donde los granadinos hacemos psicoanálisis del bueno: no hay nada como despellejar a la gente entre montadito y montadito, si no, ¿qué gracia tiene ir de tapas?

Ellas son nuestro reclamo gastronómico más popular fuera de nuestras fronteras, no por la filigrana a la hora de elaborarlas, sino por el tamaño: una tapa malafollá es infinitamente más grande y suculenta que cualquiera del resto de España. Este pequeño bocado es la cortesía por antonomasia del tabernero granadino hacia sus clientes, y a este paso no me extrañaría que dentro de nada saliera una Guía Michelin de rutas taperas. Ya me imagino a uno de esos catadores Michelin oliendo, saboreando la puntita de la tapa de jamón con la intención de captar los matices del embutido, si sugieren una tonalidad primaveral o si por el contrario evocan los andares sexis del gorrino de Trevélez.

Otra cosa buena es que los extranjeros alucinan con ellas: Dale unas tapillas, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser guiri en Granada y no haberlas probado. Y analizándolas desde un punto de vista sanitario, conviene señalar que las gripes y resfriados mejoran mucho tapeando, ya que las mejores inyecciones son chorizos y jamones.

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En resumen, que todo el mundo las disfruta aunque algunas sepan a corcho, porque lo gratis siempre sabe bueno.

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