Hay personas que hablan fatal de la enseñanza en Granada desconociendo la materia de la que despotrican tan alegremente. La mayoría de estos trovadores son ... padres desengañados con el escaso rendimiento de sus retoños (cuando un hijo es un zote, siempre es bueno que haya maestros para echarles la culpa).
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Hace ya tantos años de mi primera vuelta al cole que recuerdo a Matusalén como compañero de curso. Objetivamente, aquellas vueltas eran más llevaderas económicamente para las familias que las actuales. En primer lugar, porque podías lucir la ropa demodé que a tu hermano se le había quedado pequeña y que madre adornaba primorosamente con coderas y rodilleras mientras tarareaba el último y rabioso «hit» de Manolo Escobar… Y luego estaban los libros de texto, auténticos incunables salpicados de unas manchas de bocadillo de atún en aceite (o con tomate) que con el tiempo adquirían formas vivas al estilo caras de Bélmez. Libros, en definitiva, que pasaban de generación en generación hasta agotar el árbol genealógico. Y no pasaba nada, con pegamento Imedio todo tenía remedio.
Algunos niños piensan que estás de cachondeo cuando les dices que a la escuela se va a estudiar y no a ver el móvil. Y se extrañan cuando les comentas que los padres deben de interesarse más en la educación de sus hijos que en templarle la cara a los maestros porque no llaman de usted a sus chaveas. Los de mi época éramos niños medianamente felices y un tanto asilvestrados, pero obedientes con las jerarquías naturales que deben reinar en la infancia: el padre, la madre y el espíritu santo de aprender.
Un buen docente era un maestro en todos los sentidos, un segundo padre, alguien que sumaba en tu vida y no un cero a la izquierda con bigotito que sujetaba una tiza junto a la pizarra. Actualmente, al maestro no le dejan ser educador. Para empezar, está obligado a ser una máquina de enseñar con la paciencia infinita del santo Job y además estar dispuesto a soportar las pruebas que hagan falta, desde un sueldo minimalista a un programa educativo surrealista.
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La vuelta al cole es la (única) oportunidad de oro que tienen muchos padres de olvidarse de sus zangolotinos por unas horas. Si Chaveli pasó de niña a mujer, algunos críos han pasado directamente de niños a tiranos. Y los sufren especialmente los que tienen que valorarlos, además de como especie peligrosa, académicamente.
Epílogo: Habría que investigar qué se enseña en los hogares, porque en la escuela ya lo sabemos de sobra.
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